Veintiuno

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-Amaia, tenemos que hablar- dice él, serio.

-¿Qué pasa, Alfred?- respondo asustada.

-No, a ver, no te preocupes. Solo es que, esto que tenemos me encanta y está bien, pero...

-¿Quieres dejarlo? ¿Es eso?- digo disgustada, al borde de las lágrimas.

-No, no. Nada más lejos de la realidad. Me encanta, pero quiero saber cómo estamos o qué somos.

Por un momento, suspiro tranquila. Pero luego pienso que esta pregunta es compleja, requiere de nuestra atención, no la puedo tomar a la ligera y esta noche no me siento capaz de responderla sin saber si es lo correcto o no. Necesito pensar.

-Alfred... Yo... No sé como decírtelo- titubeo.

-¿No me quieres, Amaia?- dice, esperando lo peor.

-Por supuesto que te quiero. Te quiero con locura. Pero hoy no puedo pensar con claridad. Ha sido un día largo, con muchas emociones y esa pregunta junto con la conversación que le sigue requiere toda mi atención. Quiero hacerlo bien esta vez- digo, de corazón.

-Vale.

-¿Te parece bien que lo hablemos otro día?- digo segura.

-Sí, por supuesto- acepta y sonríe- ¿Qué te apetece hacer ahora?- pregunta.

-Me apetece mirar tu silueta iluminada por la luna y cantarte una canción- contesto.

-Tus deseos son órdenes, pero primero, voy a ponerme cómodo.

Se pone el pijama. Yo le imito. Luego nos acostamos, abrazados y apaga la luz.

-¿Qué canción me vas a cantar?- me dice.

-No sé. Una que me voy a ir inventando sobre la marcha.

-Cántame.

-Veo tu silueta a dos pasos
Pienso en recorrerte lentamente,
de arriba a abajo...
Y me pierdo en un sueño
que podría ser real
si te besara sin pensar,
si supiera darle nombre a un sentimiento
si hubiera aprendido a amar,
si entendiera tus silencios...
Pero tropiezo,
y juro que me encuentro hasta en el suelo si me miras,
porque con tan solo una mirada me iluminas...
No me digas nada.
Solo quédate otro día.

Termino de cantarle al oído y abro los ojos. Veo lágrimas rozar sus mejillas. Las quito con la mano y las beso.

-¿Por qué lloras?

-Arte.

-¿Qué?

-Eres arte, Amaia.

Le abrazo fuerte. Esta vez es él quien empieza a tararearme una canción. Reconozco esta melodía. Es "Et vull veure". Me la cantó en la Academia, en nuestros viajes, en su habitación...

Perdida en su melodía empiezo a quedarme dormida, recostada en su pecho, feliz y llena de vida.




Oigo el despertador sonar. Abro los ojos y me giro para apagarlo. ¿Quién ha puesto en despertador? Busco el móvil que suena y veo que es el de Alfred. Él se despierta también. Veo que son las nueve.

-Buenos días princesa- me dice. Le miro con malhumor y me giro. Lo último que me apetecía era despertarme y menos con una alarma- Ui, te has levantado enfadada. Va, titi, que lo he hecho para que no hayan más sorpresas.

Empieza a darme besos y yo lo rechazo. Quiero dormir.

-Anda...- se acerca a mi oído- ¿Te apetece una ducha?

Me giro hacia él. Barajo la idea. Por una parte me apetece dormir o quedarme en la cama. Pero por otra, no puedo rechazar esta invitación.

-Vamos- digo. Cogemos la ropa que vamos a ponernos durante el día y vamos hacia el baño principal. No hay ruido. La mayoría o todos deben estar durmiendo. Entramos al baño y dejamos nuestras cosas. Nos quedamos quietos, mirándonos.

¿Qué es mi vida sin ti?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora