Diez

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Al regresar al salón, busqué furiosa al tipo quien se dice llamar mi amigo, lo quería matar por el simple hecho de que no puede ir por el mundo diciendo cosas que se le viene en gana. Puede traer problemas tal como lo dijo Erik ayer y caramba, Rebecca es nueva aquí y apenas se está acomodando; tampoco puedo aparecer y hacerle saber que me atrae o que siento algo por ella. No, claro que no. Aparte, no es que sienta algo por ella.

Mierda. Respira, Bela, respira.

Estuvo todo normal, los profesores se empeñaron en hacer bromas un cierto tiempo y funcionó bien la misma metodología de todos. Me llegué a preguntar si Rebecca algún día se portará así de genial. Aunque lo es, me lo ha demostrado estos últimos días. Ya lo he dicho antes, quiero conocer todas sus facetas.

Mateo me rogaba en el pasillo para que le hablara, incluso llegó a meter a Beatriz en la conversación chantajeándome con cosas; cuando de pronto siento unos brazos delgados cruzando mi cuello, colgándose cual mono salvaje y miro de reojo unos bucles muy alborotados guindando por su cuello. Mateo estaba en la misma posición mía, al parecer la chica nos ha cogido de muletas. El castaño bufó por la interrupción un poco dolorosa.

—Anabel, ¿tú crees que no pesas o qué? —reclamó Mateo con una sonrisa. Me sorprendió, a mí nunca me había visto de esa forma.

—Claro que no, amorcito —contestó ella agarrando la nariz de mi amigo como un niño. Me dio risa la escena—. Ahora sigan que tengo que decirles algo.

Ya veo, entiendo lo que pasa entre estos dos.

Mateo sacó el brazo de la nueva de su cuello haciendo que me abrazara por completo para no caerse. Ella y yo nos estábamos riendo, pues su posición parecía la de un feto sin control alguno.

—Ya va a pisar los cuarenta esta semana, ¿pueden creerlo? —soltó de repente.

Mateo frunció el ceño sin tener una idea sobre qué está hablando la Rizos, pero yo sí entendía bien y necesitaba cambiar de tema rápido.

—¿Te puedo llamar Rizos? —pregunté con rubor.

—¿Cómo Rizos de Vis a Vis? —Sus ojos se alumbraron y los míos se abrieron, no es a lo que me refería—. ¡Claro! Nunca me habían hecho esa propuesta tan wuai. Llamadme rizos —señaló a mi amigo con un acento español, por lo que mi temor se esfumó cuando apareció una sonrisa en su cara.

—A ver, Rizos, ¿quién pisa los cuarenta? —preguntó con cierto sarcasmo.

—Tu Rebecca.

Ella siguió con su brazo en mi cuello como si nada y pensé en que esta sería Mateo si fuera hombre y para ser honesta, otro Mateo no me vendría bien.

—¡¿Cuarenta?! Pero si parece de treinta —gritó eufórico—. Hablando serio, es mucho para mí.

Por otro lado, estaba preguntándome qué día será su cumpleaños y si casualmente sería uno de los dos días de la excursión. Fuera genial.

—¿Y para ti, Rubia? —Volteé la cara para verla desconcertada, tratando de buscar una razón por ese apodo en sus ojos, pero no veía más que emoción. Es que no soy nada rubia, ni natural ni desteñida.

—Me van a poner mal con esos apodos raros —intervino Mateo y mi cerebro trabajó más rápido de lo que pensé y ese apodo tiene que ver con la serie.

Rubia, la heterosexual.

—¡Joder! —Dejó su agarre de mi cuello frenando dramáticamente como si hubiese hallado una explicación lógica a todo este alboroto—. Rebecca sería Zulema, ¡pero si son idénticas! ¿Cómo no lo pensamos antes, Rubia?

Alguien Tenía Que Aprender.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora