Cuarenta y ocho

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Yo la besé.

Ella me besó realmente, pero el punto es que fue un beso lo que nos sucedió. Un maldito beso. No, no, no fue un beso, joder. ¡Fueron varios! ¡Varios besos! Y yo no pensé que algo así podría ocurrirme, entiendo que me acuesto con varias mujeres y que mi última relación terminó de forma grotesca, pero... ¡Rebecca me besó! ¿A quién se le ocurriría besar a una mujer que justamente es compañera de trabajo? ¡A mi Rebecca! ¡A ella se le ocurrió besarme! Y se sintió jodidamente en el paraíso. Por primera vez, sí creo en el cielo, creo en Dios, en su bondad, creo en todo eso bueno que la gente religiosa habla. De la belleza, el amor, de la paz.

¡Maldita sea, Rebecca me besó!

Ahora estoy hablando idioteces.

Me subí al vehículo todavía ensimismada y no dejaba de reflejar las escenas donde ella me mira y luego me toca y me besa. No me importa si la gente piensa que ahora estoy delirando como una loca enamorada por solo un par de besos. Fueron mis besos. Ese es su legado en mí. Esta vez sin remordimientos, esta vez no estuve en una carretera aislada, esta vez no tenía dieciocho años y esta vez el amor de mi vida no es mi profesora. No sé si sea correcto llamarlo así, quien me conozca sabe completamente que mi temor más grande siempre ha sido esa palabra: Amor. No estoy segura de que sea eso, pero es lo más cercano a lo que mi corazón está sintiendo ahora mismo y ya no me interesa saber la mierda que vendrá después porque estoy tan consciente en cómo terminará esta hermosa y romántica historia de amor cuando ella descubra que Verónica realmente nunca existió.

Pero me dijo Bela, antes de besarme me dijo Bela. Estaba un poco mareada, pero una mujer como ella siempre medita sus palabras antes de decirlas y ahora, no sé cómo sentirme al respecto.

¡Que se vaya a la mierda todo!

¡Maldita sea, mi Rebecca me besó!

Mañana, si me alcanza el tiempo, pensaré en las diminutas posibilidades de que lo nuestro salga bien, mas ahora, solo pensaré en ella. Me debo esto, me lo debo desde hace mucho y ahora que está pasando, no lo voy a dañar. No lo permitiré.

No había casi nada de tráfico, las calles estaban como siempre a las diez de la noche repletas de personas buscando un fin, me había detenido para comer algo de chatarra en un local cerca del centro. Tenía que llegar al departamento y realizar una serie de calificaciones y registros del colegio que había dejado pendiente y ahora, maldigo en silencio haberlo hecho; tenía que realizar un informe de los siguientes movimientos que realizaremos con el nuevo equipo colocado en la cafetería y otro informe sobre los nuevos detalles de los trabajadores. Tenía mucho trabajo y aunque lo que sucedió en la casa de Rebecca haya sido como un tipo de droga, aquello no duró tanto tiempo, recordándome que mañana debería reclamar un poco más de sus labios para poder hacer mejor las cosas.

Quiero decir, yo era buena en lo que hacía, soy de hecho, una de las mejores agentes de la policía, pero Rebecca me mejora. Después de esto... Es solo que... viví tanto tiempo ocultándome que si no soy quien quiero ser junto a ella, no creo que pueda seguir siendo una de las mejores.

El reloj del celular marcaba las tres de la mañana y mis párpados me pedían por sí solos que les dé una tregua para descansar un poco. En tres horas más, me estaría levantando para continuar con el trabajo investigativo. Es un gran pesar ahora, pero tendrá grandes resultados al final. Justamente, en mi quinto bostezo, cierro todos los informes que están regados en un escritorio barato que adquirí en una carreta en la entrada del hotel; me saco la ropa y me tiro a la cama para quedarme, en menos de cinco minutos, plácidamente dormida.

...

Mi teléfono vibra mandando mensajes a lo loco, al parecer a alguien se le ocurrió decirme algo importante a la cinco de la mañana. Pero qué lástima, no voy a leer nada, quiero quedarme en casa y estirarme para volverme a dormir. Este día me quedaré en mi cama y nadie me sacará de...

Alguien Tenía Que Aprender.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora