Veintisiete

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Lo siento, pero no eres ella y como no eres ella, no te puedo tener como algo más. No puedo ni intentarlo. No somos nada, lo sé; pero indiferentemente a lo que otros opinen, le pertenezco aunque no lo sepa. No se trata de un objeto, lo tengo claro, quizá hasta suene mal, pero estoy siendo lo más sincera posible. No te llamas como ella, no eres ella. Lo siento.

El timbre sonó y alisté mis cosas para receso. Beatriz también estaba en lo suyo desde el escritorio y me pregunto si ha tenido algún día malo, y finge esa hermosa actitud de tener todo bajo control o si en realidad todo le ha estado yendo bien. Es un tema que sí tiene importancia. Es Beatriz y de alguna manera, le quiero mucho.

Mateo me guía hasta el patio como si fuera discapacitada, siempre dramatizando las cosas y una vez en las gradas, él me deja por una nueva novia. Genial. Me pregunto si la Rizos le confesó lo que sentía. Vuelta me cuestiono qué hubiera sido de mí si fuera como mi amigo: esa confianza increíble en saber que lo puede tener todo solo con una sonrisa.

Bebí agua esperando que un milagro sucediera y el sol bajara un poco porque me estaba sofocando terriblemente. Pero en vez de eso, parece que el sol incrementó y fui yo ahora quien pidió que nunca se fuera de mi vista. No la había visto en casi toda la mañana. Estaba radiante, preciosa... magnífica. ¿Cuántas veces lo he dicho? Y me río porque parezco tonta en realidad.

La veo pasar, poniendo una mano para hacer sombra en su rostro y no me precipito en hacer algo, solamente la veo pasar y en su cara se ve las maldiciones que le hace al sol. Vuelta sonrío (así me tiene sonriendo a la nada). Si supiera que ella y el sol van sujetos de la mano, que tienen el mismo significado y el mismo ardor. Como de aquella flores que vemos al pasar y nos enteramos de que no necesitan del sol, otras, en cambio, su vida empieza en invierno. La resilencia es cuestión de ganas. Y soy de las que nacen cuando ella sale a brillar. Cuando se ubica para dar vida como ahora. La quiero ver, pensé y quién no. La quiero y la deseo tanto que mi imaginación quedaría corta con la realidad. Es inteligente y es bonita, mas nunca he negado la parte en que está jodidamente buena. La veo pasar y entones acepto el reto que Mateo me propuso: "La invitaré a salir, ya, sin dramas. No hay nada de malo. Aunque me rechazó una vez, no creo que la segunda lo haga".

Volvemos a clases y mi ánimo aumentó en un instante. Hicimos trabajos grupales las horas restantes, en otras palabras me puse al día con Mateo porque la pasamos hablando de temas que misteriosamente para otros eran muy poco entendibles. Eso es lo que me gusta de tener a un amigo como él, podemos hablar a nuestra manera sin preocuparnos de los demás.

Cuando encuentras a alguien así te aseguras de nunca perderlo.

...

—¡Qué decepción! —gritó mi madre, histérica— ¡Qué decepción, joder. Qué decepción!

—Mamá, por favor...

—¡Cállate! ¡No me dirijas la palabra!

Aquello me lastimó demasiado. Puedo jurar que las decepciones amorosas no te lastiman tanto como una madre que no acepta lo que es su hija. Ella agarró sus cosas y dejó la casa. Se llevó el arma, que a ciencias ciertas, sé que no está cargada. Las arrugas comienzan a notarse en su rostro y ahora, la rabia que lleva encima se le nota mucho peor.

¡Se enteró, maldita sea!

Sacarme cosas en cara no le hubiese funcionado, de alguna manera tuvo que darme todo lo que me dio y no sé, pero las lágrimas salieron sin permiso y las sentí resbalar frías por mis mejillas. Estoy sola nuevamente. El celular sonó y quería mandar todo al demonio, mas mi buena reputación siempre estuvo intacta; así que aclaré mi garganta, sin preocuparme de tener mis ojos hinchados por las lágrimas, atendí.

Alguien Tenía Que Aprender.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora