Cincuenta Y Tres

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Debido a la hora, se me hizo más sencillo llegar al lugar donde la castaña me indicaba y, efectivamente, era la misma casa donde había entrado un par de veces con el corazón estallando, porque sabía que dentro me esperaba la dueña. Esa pelinegra determinada y voraz. Todavía no creía cien por ciento que podía ser su tía. ¿Cómo la sobrina podría ser todo lo contrario a Rebecca? Dejándose mangonear por un paleto, está claro, a plena vista sus diferencias. Pero ahora ella está sentada en la parte trasera del auto, con los brazos cruzados arropando su pequeño y delgado cuerpo, con algunos moretones visibles que la avergonzaba, de tal manera, que no quería incluso que la mirasen por el espejo retrovisor. Sentía lástima, es una mujer que apenas comenzaba a conocer lo que es el mundo real y a sus dieciocho años (edad la cual recién empezaba a ser tomada en serio por la sociedad) era víctima de abusos sexuales y machismo. Entonces, no sé si fue porque tiene un aire de Rebecca: con sus caderas torneadas y sus piernas moldeadas aunque no en tal magnitud que la verdadera, quizá la misma luz de perlas cafés que la tía o creo que el solo hecho de llevar la misma sangre que la morena fue mi impulso a quedarme con ella y cuidarla, mientras la anfitriona real arribara.

Dijo que no quería tomar declaraciones hasta que su familiar esté a su lado guiándola porque así se siente segura de verdad. Esperaría hasta la mañana a que su tía, precipitada, llegara. Faltaban solo unas horas. Conociendo aquel lado de Rebecca, no dudo que pasen menos de ocho horas hasta escucharla tocando su propia puerta esperando ver a su sobrina con furia, pero más que nada, con amor incondicional. Ese amor que se le reserva únicamente a la familia, en especial, a una que parece su propia hija debido al gran parentesco que se haya con facilidad. La morena es buena persona; por como la sobrina la espera impaciente, deduzco que es lo único que tiene por arrimarse cuando todo se le desmorona, quizá Rebecca sea su único consuelo y sea la única quien le ayude a levantarse.

¿Pero quién imaginaría esa fase maternal de la morena si es una de las profesoras más crueles del instituto? Ni siquiera yo, en esos tiempos.

Cuando Ana estuvo caliente y con ropa nueva puesta en su cuerpo húmedo por el baño, le llevé una taza de té con ciertas gotas de valeriana que encontré en la cocina con suerte. La ayudaría a pasar mejor el trago amargo de la madrugada todavía oscura y en unas horas, con la cabeza fresca, pensaría mejor las cosas que tendría que hacer después.

Bajé a la sala y estaba en perfecto orden con un silencio sepulcral hasta que la presencia del minino me hizo compañía, como si me reconociera a pesar de la peluca que llevaba puesta cuando venía para acá y lo visitaba.

Se acurruca entre mis piernas y siente el mismo tacto de la mujer pelirroja; me maúlla y ronronea, me muestra su pancita para que le acaricie y en unos breves minutos, se queda dormido a mi lado. Miré el reloj y solo pasaron un par de horas. No pensaba con claridad cuando reparé en el temblor de mis rodillas y el sudor de mis manos. Tres de la madrugada y no se oía nada más que mis temblores que bailaban como festival en mi cuerpo, estaba agonizando.

—La veré otra vez.

La veré porque yo misma escuché en la conversación que estaría en su casa lo antes posible agradeciendo que la hayan llamado.

—Estoy sin nada de la mujer que finjo ser.

Porque ni siquiera llevo puesto una peluca o las lentillas, ni siquiera el pintalabios rojo o el traje del colegio. Nada. Rebecca no me reconocería a la primera y eso era lo que me preocupaba.

Nos veríamos de verdad, tal cual lo he estado añorando, pero no en estas circunstancias. No me reconocería a la primera, sin embargo lo hará tarde o temprano. Me verá, me verá siendo Bela de verdad. Siendo tan poco femenina como siempre, con los nervios por su mera presencia, con la tartamudez que me produce su mirada puesta en mí y lo sé porque nada de eso ha cambiado. La Bela de dieciocho enamorada de Rebecca todavía permanece intacta como una reliquia declarada patrimonio.

Alguien Tenía Que Aprender.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora