Treinta

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Grupos.
Trabajos.
Proyectos.
Seminarios.
Reuniones.

Joder, esto está más pesado que la policía normalmente. El instituto da mucho más trabajo respecto a papeleo y capacitación. De los cinco docentes que fueron a presentar carpeta, solo tres fuimos aceptados según la secretaria, quien ha visto a una buena amiga en mí. Bela trabajará como profesora de filosofía. Quién se lo hubiese imaginado.

Estoy aquí sentada en el mismo lugar que los docentes nuevos se sentaban cuando yo me reía con Mateo de ellos, compadeciéndonos de la tortura que los chicos les iban a causar. Estoy en el mismo puto lugar con los nervios en punta porque siento todas las miradas de los estudiantes sobre mí y más cuando tuve que presentarme en el altar y escuchar todos los cumplidos que me llegaban, y los otros profesores trataban de calmar. Fue inútil porque apenas dije mi nombre, Rebecca tuvo la misma reacción al escucharme, que hasta tomó asiento para verme detenidamente y juro que tal mirada, a pesar de los veinte metros de distancia, logró flaquearne. Me sentía como un pedazo de pan en un lago esperando a ser picoteado. ¿Cómo unos simples ojos cafés aún siguen teniendo impacto sobre mí? ¿Cómo es que todavía no hallo respuestas? Por fuera era un mar en calma, por dentro, las olas y relámpagos hacían daño.

Cuando todos los estudiantes salieron de la iglesia, yo tomé asiento para calmar mi respiración. Puse mi rostro sobre mis manos sintiendo el uniforme apretarme el cuerpo. Parece que el universo conspiró para que un susto casi me mate. El susto tiene un rostro precioso.

—Profesora Sotomayor, le entrego su horario para la semana —anunció la morena sin verme a la cara—. Se le entregará la oficial de aquí en ocho días.

—Muchas gracias, profesora Rebecca.

En cambio yo, como tonta, después del gran susto que me causó escuchar su voz, no le podía quitar la mirada de encima. Es un punto de descanso y de inflación al mismo tiempo. Había incluso olvidado el timbre de su voz y su sonrisa se estaba desvaneciendo por los años dentro de mi mente. El lunar café que tiene escondido cerca de su nariz y el perfume que siempre desprende de ella como si fuera natural. Había olvidado eso, pero aquella mirada que estruja toda valentía que puede haber en las personas y da paso a la cobardía que se esconde de miedo, eso no lo podía sacar. En otras palabras, olvidé lo pequeña que me siento al tenerla cerca y lo afortunada que era. Quizá esa fue la diferencia mía que hacía que Rebecca estuviera cerca en esos tiempos: Yo nunca le tuve miedo, fui altarena y sinvergüenza, yo no era como los demás eran con la morena, yo la quería ver nerviosa, la quería ver cuando no tenía el control de sí, yo la quería ver derrotada y a pesar de eso, quedarme. No importaba si me perdía o si me desvanecía en el intento, yo sí me quedaba. A mis dieciocho años la había elegido.

¿Pero qué se puede pedir? ¿Qué pude haber ganado? ¿La sigo eligiendo ahora? No lo creo. Eso fue hace tanto tiempo y las elecciones siempre varían.

Su presencia ya no estaba y en mi corazón una chispa se encendió porque tal vez, solo tal vez, mis ojos observaron un lugar de mi exprofesora que no querían mirar. Seguía siendo cohibido, prohibido. Contuve la respiración tratando de domar a los leones que tengo en cautiverio y ojeo el horario (solo para alejar esos pensamientos), no sé si es coincidencia, pero me tocaba con el curso que hace cinco años fue el mío.

Los jóvenes me miraron atentos y parecen mucho más educados de lo que pensé. Se pusieron de pie cuando entré y me dirigí al escritorio sin decir nada. No es que quiero aparentar ser una bruja, mas es comprensible, estoy nerviosa y las palabras no me salen en este momento.

—Buenos días —dije sin sonreír aún y tuve un presentimiento de una voz temblorosa.

Escuché un buenos días para luego esperar a que tomaran asiento. La pregunta ahora aquí es: ¿Qué coño sé yo de filosofía?

Alguien Tenía Que Aprender.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora