Cuarenta

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No sabía incluso si este día ella había ido al colegio. Raramente su rostro es lo primero que idealizo al despertar. "Hoy la voy a ver". Exactamente, pero hoy es un día distinto. Ya no sería ella solamente parte del pasado que está jugando en mi presente, sino Mateo y me preocupa más el hecho de que no me reconozca al verme, mas me aterra lo contrario también.

Los chicos me han notado despistada y no han demorado en hacérmelo saber. Genial, qué amables son. Joder. Iba por el pasillo a velocidad y luego con lentitud, con una sonrisa fingida y los nervios molestando. Recordaba la última vez que lo vi, recordaba su sonrisa, su cabello y sus ojos. La forma tan única que tenía de fregarme la vida y realizo recién, después de tanto tiempo, que me ha hecho tanta falta. Me considero una persona muy rencorosa, pero hay excepciones siempre y tienen nombres. Él forma parte de esa lista.

Stupiders, susurré sonriendo ante esa lista que vive plácida en el pasado. ¡Qué tontería!

Gracias a Dios no había nadie por ahí.

Entré, saludé, dejé de pensar en él. No lo iba a ver de todas formas. No necesito ni debo verlo ahora. No en estas circunstancias de que puedo perder mi trabajo. Suficiente con tener que fingirle a Rebecca.

—Profesora, no entiendo nada —dijo un estudiante cuando pregunté si comprendieron.

Me frustré, el problema soy yo.

Volví a explicar el tema mejor concentrada en la clase. Mierda, ni siquiera porque soy la profesora puedo poner atención. Mandé ciertas tareas y puse fecha de revisión en la pizarra. Ignoré ciertas miradas que daban a mi trasero y partí de ese salón incluso dos minutos antes de que suene el timbre. Escuchaba los rumores y la algarabía sobre el guapísimo jugador que nos va a visitar esta tarde, y el cansancio me vencía más y más. Tomé un respiro antes de continuar, pero antes al entrar, vi a un estudiante sentado, relajándose en las escaleras del segundo piso, con audífonos en sus oídos.

...

Tenía la falda intacta como siempre, mas no me importaba ahora si la ensuciaba, no me importaría siquiera tener que lavarla de nuevo. Me sentía cansada. Las clases estaban tan aburridas y eso me ponía de mal humor. Mateo no asistió hoy y no tengo a nadie, literalmente, no soy de las que les gusta molestar con problemas como si alguien los fuera a resolver. Solo me senté en las escaleras y dejé pasar el tiempo de permiso al baño con un autoplus. Que lo chupe el de biología. El pasillo estaba desolado y se escuchan algunos murmullos que provenían de los salones. Arrimé mi frente en mis rodillas, gracias a Dios que justo este día traía short.

Ahora, si reflexiono acerca mi madre, ese dolor que ella enfrenta trato de tenerlo yo para que no se sienta tan sola, por no ser egoísta. Y no sé si hago bien o mal, pero ya me está jodiendo mucho. Hacía tiempo que no sonrío para mí. Ya ni siento querer llorar, únicamente respirar y sentir que por estos breves minutos, soy solo yo, pero no soy así y mi alma se siente encerrada porque desea que no sea eternamente de esta manera. Deseo ser libre, vivir para mí sin sentirme egoísta.

Escucho unos tacones acercarse y no me precipito en vestir mi armadura, se me hizo raro. Entonces los nervios, sin entender cómo, hicieron temblar mis manos.

—¡Joder! —exclamo asustada y fue muy tarde.

Ella estaba en frente de mí, al final de las escaleras, mirándome extrañada por mi presencia, como tratando de entender qué demonios hago aquí y no en clase. Sube, acomodo mi falda, las mejillas se me colorean y agacho la mirada.

—¿Qué tienes? —pregunta, me pongo de pie y le sonrío.

Hasta este punto, ella y yo nos hemos acercado un poco.

Alguien Tenía Que Aprender.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora