Treinta Y Tres

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Ya la había visto antes. Yo sentía que la había elegido incluso antes de conocernos en persona. Es que su luz es tan brillante como para no haberla contemplado con fulgor; tuve que haberlo hecho sin saber que tiene rostro o nombre. Es tan hermosa y no entiendo tampoco por qué es que me gusta tanto. Parece irreal todo esto para mí porque joder, ¿no puedo simplemente enamorarme de alguien más? ¿Alguien no tan prohibido? ¿Alguien que sí pueda y quiera estar conmigo? No puedo y no estoy segura de que quiera vivir de esta forma. Merecemos el mismo amor que estamos dispuestos a dar.

—Buenas noches, señorita Verónica. Pase —dijo la mujer muy amable.

Últimamente me he topado con muchas peliteñidas. La mujer de unos cincuenta años tomó asiento con una libreta en sus manos.

—Bien. Tendremos una hora para cada sesión. Son tres sesiones por semana, pero ahora necesitamos empezar para determinar su... conflicto.

Joder. Nombre técnico, yo le llamaría desviación de preferencias e intolerancia al cambio.

—¿Cómo se hace esto? —pregunté asustada—. Lo siento, es que nunca lo he hecho.

—Tranquila, yo te ayudaré. Quizá puedas empezar diciendo lo que hacías antes de conocerlo.

Suspiré. Todo lo que salga de aquí será netamente confidencial así que puedo entrar en confianza por una vez en mi vida. Aparte, la mujer es adulta con un estado de madurez elevado haciendo que en su paso, todos nos veamos como niños babosos.

—Yo era su estudiante, una muy mala. Incluso antes de que ella me diera química, yo era tremendamente mala en la materia, algo raro porque siempre me había caracterizado por ser buena en el colegio.

—Háblame de la relación con tu madre, ¿esa perfección que tenías en el colegio era porque realmente querías ser así o por impresionar a otro?

La doctora me mira atenta y siento rarísimo cuando anota en el cuadernillo. Mis nervios de nuevo me estaban torturando.

—Siempre he querido ser lo suficientemente buena para mi madre, no avergonzarla o que la gente piense mal de ella por mi culpa. Era muy... Todos la amaban por su forma de ser aunque tuviera un carácter fuerte, pero igual todos la amaban porque sin ese carácter, ella no fuese ella. Yo la amo, la adoro, pero estos últimos años, la ausencia de mi padre como su esposo, le ha afectado aún más. A pesar de tanto tiempo, esperó tanto a que él volviese que cuando supimos de su muerte, ella no lo aceptaba y se desmoronó, y él nunca hubiese vuelto tampoco. Creo también que esperar cosas de las demás personas lo heredé, quizá por eso no soy tan sociable desde la niñez.

—¿Tú esperaste a que tu padre vuelva?

Se me salió una pequeña carcajada.

—Claro que sí, pero tenía todo sin él y estoy mejor. Me dolió mucho cuando se fue y más me dolió cuando dejó a mi madre, eso no se lo podía perdonar. Le guardé rencor, pero cuando murió, creo que todo pasó, quiero decir, le di mi perdón porque ya no sirve odiar a alguien muerto.

—El ejemplo de los padres siempre tendrán un impacto sobre nosotros —dijo la doctora—, pero tenemos que saber buscar el motivo principal y darle solución. No podemos ir por el mundo diciendo todo lo que nos pase a cualquiera porque cualquiera nos puede hacer daño, mas no podemos cerrarnos a tal punto de que nadie ni siquiera sepa el fuego interno de nuestros corazones.

—¿Quiere decir que es necesario decir, al menos, lo que deseamos tanto en la vida? ¿No será eso acaso motivo de burla, enojo, decepción, rechazo?

—No, porque si es lo que realmente te gusta, entonces, no tiene por qué avergonzarte y si realmente te ama, no tiene por qué discriminarte. El amor es aceptación, con cada defecto y efecto. El amor acepta hasta ciertos puntos individuales

Alguien Tenía Que Aprender.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora