Cincuenta Y Cinco

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Estábamos recostadas, la morena más guapa se aferraba a mi cintura reciamente y prensaba sus pestañas como si deseara que al abrirlas, nada de esto fuese un sueño y aquel miedo que nacía en ella, me consternó, me produjo la misma sensación, el mismo temor. ¿Qué hora será? ¿Realmente nos importa? ¿Qué haremos luego? Borré todo eso de mi mente y atraje más su cuerpo al mío y le susurraba lo hermosa que es mientras ella asentía. Entonces esboza un leve movimiento con las comisuras de sus labios y me regala una magnífica sonrisa. Sin duda, su belleza es extraordinaria. Sentía su piel cercana como si de repente, esto ya lo había vivido en otra vida, como si estar tan cerca la una de la otra es nuestro verdadero hogar: el lugar en el que sin importar lo que hagamos, bueno o malo, sabemos que podemos regresar porque alguien nos espera impaciente, llena de incertidumbre por vernos regresar. Y comprendí que fui una verdadera estúpida al creer que Rebecca no era para mí. Ya lo sabía, solo se vive este tipo de sensaciones con una persona una sola vez. Millones de recuerdos, millones de nombres que hasta se olvidan, millones de lugares pasarán, pero siempre se queda aquel que nos hizo sentir todo en un solo instante; ese perdura y se lo busca de nuevo, pero no se vuelve a repetir. De hecho, nada sucede dos veces en la vida, puede que se desee con fuerzas, con coraje, pero solo es una vez y si no se aprovechó, se vivirá con ese remordimiento.

Pero con un solo movimiento de piernas, quedo atada por las suyas, entre el medio, el mismo lugar que a ella le encanta ponerme y soy feliz por estar allí. Beso su frente y siento su respiración calmada en mi pecho, luego alza la mirada para interrogarme.

—¿En qué piensas? —pregunta canalizante.

—¿No crees que deberíamos descansar?

Rebecca continúa analizándome, ni siquiera reparo que ha notado mi peor terror, y ni siquiera yo misma sé cuál es.

—¿Es eso realmente? ¿Descansar? —Sonríe y esa acción termina por derretirme—. Créeme, estando aquí contigo, no quiero desperdiciar mi tiempo.

Pero tal como yo, ella también le temía a algo y esas palabras no fueron más que un reflejo mal escondido de sus verdaderos sentimientos.

—¿Es eso realmente? —contraataco.

Aparta la mirada y me besa, lentamente, hablándome a través de sus labios y no estoy segura de poder comprenderla del todo. Esta nueva forma de comunicarnos, aunque sea radiante, me asusta.

—Lo siento —dice apenas separándose—, pero no quiero que te alejes, es por eso que no deseo dormir, no ahora.

—Hey —le llamo y su mirada me confirma esas palabras con miedo—, no me iré.

—Ya, pero recuerda que yo sí me fui y no...

Interrumpo antes que siga y que un recuerdo del pasado termine por dañar nuestro magnífico momento juntas.

—Primero, entiendo tus motivos muy razonables; segundo, era una jovencita, ahora no soy la más experta sobre la vida ni cosas por el estilo, pero créeme que sé lo que quiero y no pienso dejarte ir fácilmente.

La morena sonríe convencida al fin, satisfecha por saber que entiendo lo que hizo y que fue necesario para ambas, y me atrae a ella para regalarme otro beso, muy diferente al anterior diciéndome gracias y luego diciéndome ¿ahora qué?

—Entonces —dice acomodándose entre mis brazos otra vez—, ¿qué te asusta?

Sería inútil mentirle a estas alturas. Me conoce mucho como para hasta de eso darse cuenta y es agradable pensar que al menos con alguien, puedo dejar la armadura a un lado y estar protegida en sus brazos.

Ninguna es la misma después de cinco años.

—Siento que... tal vez esto, tú y yo... —Rebecca se separa un poco y me mira con curiosidad entrecerrando sus ojos, escuchando atenta—. Tengo miedo de que esto no se repita.

Alguien Tenía Que Aprender.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora