Capítulo 40

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-Necesito que cierres tu ojo derecho, Fede- Ordena Susan, apuntando con una linterna su ojo izquierdo.

-No entiendo que tiene que ver esto con mi accidente- Bufa Federico, haciendo caso a las órdenes qur su joven enfermera le hacía.

-Es un control, nada más. Debemos asegurarnos que no te haya ocurrido algo que hayamos pasado por alto- Apaga la linterna y la guarda en su bolsillo, se dirige hacia una mesita en la esquina de la habitación en la cual tiene todos los instrumentos necesarios, que toda enfermera necesita para revisar a sus parientes.

-Susan... ¿Por qué no siento mis piernas?- Pregunta en un susurro, si bien no podía mover gran parte de su cuerpo, sus brazos y su cabeza podía moverlos a la perfección. Susan voltea a verlo con el corazón en la boca, según el expediente que le había entregado su médico de cabecera, Federico había sufrido una grave lesión en la médula espinal, y es casi imposible que vuelva a caminar.
Quiere decirle, no quiere ocultarle aquel secreto que lo atormentará hasta sus últimos días, pero había recibido órdenes de no comentarle nada hasta que estén todos sus amigos y familiares presentes.

-Para eso es este control- Intenta sonreír. -Debo averiguar por qué no puedes moverte- Hace una corta reverencia para después irse de la habitación, sintiendo como las paredes cada vez se acercan cada vez más.

-¿Ya puedo entrar?- Pregunta Nicole, tomando por sorpresa a la joven enfermera.

-S..si- Logra formular, para después retirarse y dejar a una confundida Nicole en los pasillos de ese frío hospital.

La joven castaña se dirigió a la habitación de aquel chico que tanto ama pero se detiene, sintiendo que no tienen la suficiente confianza como para entrar sin golpear, por lo que toma un respiro y golpea la puerta.

-Pasa- Logra escuchar y no duda en entrar, sabiendo que mientras más rápido haga las cosas, más rápido terminará aquella tortura.

-Hola- Logra articular, pues las lágrimas estaban formándose en sus ojos y su tan característico nudo en la garganta se había formado.

-Hola, Nick- Intenta sonreír, pero su orgullo no le permite demostrar lo feliz que está por verla.
La había extrañado, había extrañado su sonrisa y la luz que irradiaba a cada lado al que iba.

-Te... te extrañé, Fede- Y rompe en llanto, sus ganas de abrazarlo siendo más fuertes que su orgullo, por lo que, segundos después, se encontraba corriendo en dirección a aquel chico que tanto ama, sintiendo que su vida vuelve a tomar un poco de color al saber que él había vuelto, él estaba ahí con ella y eso le era más que suficiente.

-Yo a ti, Nick- Susurra aspirando su aroma una vez su cabeza es apoyada en el hombro de la castaña, su mano recorría cada centímetro de su cabello, sintiéndolo un tanto más grasoso que de costumbre. Muchas emociones, muchos recuerdos pasaron por la mente de Federico en aquel momento, y se sintió agradecido con la vida por haberle permitido una segunda oportunidad para vivir junto a la chica que le había robado el corazón.

-Sobre... ¿Sobre qué querías hablar?- Pregunta una vez se separan, Nicole se da cuenta la poca movilidad de Federico, pero lo pasó por alto al presentir lo peor.

-Quería agradecerte, me dijeron que estuviste conmigo a cada momento y... quería darte las gracias- Las emociones de Nicole salieron a flote al saber que sus amigos intentaban ayudarle a recuperar su relación, y le dolía saber que ni siquiera ellos hacían que Federico recuperara esa capacidad de demostrar, de forma tan tierna, sus emociones.

Le dolía haberlo transformado en una persona fría.

-Es lo menos que podía hacer- Murmura agachando su cabeza, no quería llorar, no quería demostrarle que su frialdad le dolía y eso le provocaba más aflicción a su corazón.

-Y, también quería decirte, que te escuché- Sentencia Federico, intentando ocultar su sonrisa mordiéndose el labio.

-¿Qué?- Tartamudea la joven castaña, sintiéndose una tonta al haberle confesado, aún él estando durmiendo, que lo amaba más que a nadie en el mundo.

-Escuché todo lo que me dijiste- Ya no intenta ocultar su sonrisa, un rayito de esperanza iluminando a Nicole. -Y... quería decirte que yo siempre sentí lo mismo que tu- Ambas sonrisas se ensanchan a más no poder, Nicole no pudo retener más sus lágrimas y su deseo de abrazarlo, por lo que corrió en su dirección, embolviéndolo en sus brazos.

-De verdad que te extrañé, Vigevani- Susurra, atrayéndolo más hacia él.

-Yo a ti, mi amor- Susurra, escondiendo su cabeza en el hueco de su cuello. -Se que... que rompimos nuestra promesa, se que nos equivocamos miles de veces, pero debemos demostrar al mundo que tenemos mil y una razones para permanecer juntos. No cometamos los mismos errores del pasado- Se separaron lentamente quedando frente a frente, Nicole deseaba, miraba sus labios con deseo y Federico entendió eso por lo que se acercó a ella, juntando, como tantas veces en el pasado, sus labios.

Ambos lo deseaban, ambos querían esto solamente para vivir, se necesitaban, Nicole necesitaba el amor y la protección que Federico le brindaba; Federico necesitaba el cariño y el confort que Nicole le brindaba.

Ambos se necesitaban y lo sabían.

Se separaron, juntando sus frentes una vez abrieron sus ojos, Nicole no pudo evitar esbozar una sonrisa porque esto era lo único que ella deseaba, encontrar el amor que una vez creyó que tenía y Federico no pudo evitar sonreír también, porque sabía que él provocaba en ella una seguridad y una felicidad que nunca creyó poder ser capaz de transmitirle a alguien.

Pero no todo era color de rosas, ambos escucharían, esa misma tarde, la peor noticia de la vida de Federico y que cambiaría la de los demás con ella.

Ojos que no ven|| FedecoleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora