—Está esperando por mí en la alberca, me enseñará a girar en el agua. De hecho, quería pedirte un favor. —Le dediqué una enorme sonrisa, lo que lo hizo levantar una ceja.
Marcus salió del lugar, llevándose con él la ya familiar sensación de tranquilidad que me inundaba cuando estaba a su lado. Cerré los ojos un momento, respiré profundamente, y moví mis hombros en círculos, en un intento por relajarme.
Había descubierto que al igual que la presencia de Marcus me proporcionaba constantemente de un poderoso sedante, también me proveía de un extraño pinchazo de ansiedad cada vez que se alejaba, Casi podía sentir todos los pensamientos regresar a mi mente en conjunto, y violentamente, como si de una cascada se tratase.
Lo que no era nada bueno.
—¿Qué clase de favor? —Sacudí la cabeza levemente, para salir de mi ensoñación al escuchar la voz de Vojshtech a mi lado. El auditorio se encontraba vacío a esas alturas, y me armé de valor para formular mi petición.
—No quiero ir a los vestidores de la alberca. —Confesé—. Al menos no hasta que el asunto con Jane se haya enfriado un poco, tú sabes, el equipo de natación está lleno de sus amigas. Amigas que no dudarían al momento de conspirar para ahogarme. —Me estremecí. Él me miró aún sin comprender—. Me preguntaba si podría usar la bodega de vestidor. —Pedí con ojos de cachorro—. La alberca está casi del otro lado del pasillo, las reuniones del club de natación son siempre después de las de música, y yo me ahorraría muchos intentos de humillación pública hacia mi persona. —Gemí, desesperada. El ojigris hizo una mueca—. Por favor, Vojsh, sólo la necesito para cambiarme de ropa, prometo mantenerla siempre en orden, y te juro que jamás verás ningún rastro de que estuve ahí. —Llevó sus manos a sus sienes, y suspiró.
—Está bien, pero no quiero que se convierta en un lugar lleno de cabellos rubios, perfumes, y demás artículos femeninos.
—¡Para nada! —Exclamé, feliz—. Gracias, me costó mucho trabajo convencer a Rasheld para que me dejara ducharme en casa. —Hice una mueca. El castaño rompió a reír.
—Puedo imaginarlo, es demasiado estricta con su alberca. —Reconoció, y buscó en sus bolsillos por un juego de llaves que me entregó—. Debo irme, confío en ti, cierra todo en cuanto termines. —Instruyó.
—Claro, llevaré las llaves a tu residencia por la tarde. —Prometí.
—No creo que sea necesario, mañana tenemos clase juntos a primera hora, puedes dármelas entonces. —Asentí, entusiasmada. Se dispuso a salir, y se detuvo ante la puerta—. Nos veremos mañana. —Se despidió antes de desaparecer por el corredor.
—Muchas gracias, Vojsh. —Canturreé.
—Cuando quieras. —Lo escuché gritar desde afuera.
Tomé mi maleta deportiva en cuanto me quedé sola, la llevé a la bodega y cerré la puerta detrás de mí. Aún tenía diez minutos para reunirme con Rash, así que comencé a quitarme la ropa sin prisa, mucho más relajada, ya que era un alivio no tener que preocuparme por que aquellas brujas tomaran mi ropa de nuevo. Mi celular comenzó a sonar cuando estaba a punto de ponerme el traje de baño, me detuve por un momento, y lo tomé para contestar. Una sonrisa se extendió por mi rostro al ver el nombre que indicaba la pantalla.
—Pizza Planeta*, ¿en que puedo ayudarle? —Saludé en tono servicial.
—Muy buenas tardes, me gustaría ordenar una novia. —Sonreí.
—Por supuesto señor, ¿qué clase de novia le gustaría ordenar?
—Rubia. —Respondió al instante—. He adquirido cierto fetiche en los últimos años. —Informó.
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Ain't talking about love
RomanceCon el intimidante Marcus Dallas había cuatro reglas por seguir: Primera, no te entrometas en sus asuntos. Segunda, no te interpongas en su camino. Tercera, nunca le mientas. Y cuarta, y más importante, jamás te metas con "ella". Pero, ¿quién era "e...