—Es suficiente, sus asuntos no son de tu incumbencia.
Gruñí e intenté seguir mi camino, apartando a Vojshtech hacia un lado, irritado. La esbelta complexión de mi compañero me permitió hacerlo sin dificultades, pero volvió a obstruir mi paso, instándome a dar media vuelta.
—Venga, Marcus, ¿no tienes ni un poco de curiosidad? —Preguntó intentando mirar por encima de mi hombro a las personas de las que quería alejarme.
—No, y estás invadiendo la privacidad de Morello —Acusé—, si quieres entrometerte, no tengo ningún problema, pero no me involucres. —Pedí—. Iré a conseguir algo de comer y puedes venir o no. —Terminé, alejándome en busca de mi motocicleta.
Sonreí victorioso al escuchar sus pasos detrás de mí.
—Está bien. —Aceptó a regañadientes—. ¿Al menos puedo elegir el sitio al que iremos?
—Seguro. —Me encogí de hombros y tomé mi casco—. ¿Anubis? —Sugerí, pensando en su restaurante favorito.
—Eso creo... Lo decidiré sobre la marcha. —Dudó. Levanté una ceja extrañado, pero no le di demasiada importancia.
—Te sigo.
Asintió más animado, y fue hasta su auto a paso ligero. Tomé mi celular para mirar la hora y mi frente se arrugó involuntariamente ante la falta de mensajes nuevos, porque aquello no era normal a esta hora.
Lo dejé pasar, subí a la Harley y conduje detrás de Vojshtech por el camino, centrándome únicamente en el asfalto para mantener a raya la inquietud que comenzaba a invadirme.
Llegamos a nuestro destino después de unos minutos, no era ningún lugar que me resultara familiar, pero el estacionamiento era espacioso, y estaba casi vacío. Me detuve junto a mi amigo, esperando que bajara, y me quité el casco para poder echarle un vistazo nuevamente a mi teléfono, que no mostraba ninguna novedad.
Fruncí el ceño, esta vez preocupado de verdad.
—Bonito. —El pelinegro señaló el dispositivo plateado con un gesto—. ¿Es nuevo? ¿Qué pasó con el negro? —Tomé mi chaqueta para sacarlo, y se lo mostré.
—Sigue vigente. —Aclaré al tiempo que lanzaba ambos a mi bolsillo—. Me quedaré con el que me convenza más —Mentí—, pero el número seguirá siendo el mismo. —Suspiré de alivió al verlo asentir con desinterés—. ¿Ya habíamos venido antes aquí?
—No lo creo. —Vaciló—. Me hablaron de él hace poco, ni siquiera estoy seguro de que sea la dirección correcta. Hay que averiguarlo.
—En ese caso pudimos haberlo investigado antes de venir. —Resoplé. Guardé mis cosas y tomé mis llaves dispuesto a seguirlo, pero me detuve cuando una sonora respiración me hizo volver la vista atrás. Me acerqué extrañado a la ventana del auto en cuestión, con una sonrisa—. Hola, ¿de dónde saliste tú? —El gigantesco perro me miró a la expectativa con un semblante amistoso, a la espera de una caricia. Hice una mueca y di un vistazo para asegurarme de que no hubiera nadie más en el lugar—. No me muerdas. —Pedí antes de acariciar sus orejas, sorprendido por su docilidad.
Sin previo aviso, el san bernardo paso su enorme lengua por toda mi cara.
—¿Así es como haces amigos? —Retrocedí un poco con los ojos cerrados mientras intentaba limpiar mi rostro.
—Aun así es más agradable que tú. —Evidencié con desagrado, me despedí del adorable can y entramos al establecimiento.
El encargado era un hombre bajo, pero robusto, y ante la negativa que obtuvo cuando nos preguntó si teníamos reservación y la propina que le dimos, nos sirvió vino en un gesto de cortesía, y nos pidió esperar un poco.
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Ain't talking about love
Roman d'amourCon el intimidante Marcus Dallas había cuatro reglas por seguir: Primera, no te entrometas en sus asuntos. Segunda, no te interpongas en su camino. Tercera, nunca le mientas. Y cuarta, y más importante, jamás te metas con "ella". Pero, ¿quién era "e...