Capítulo 23: Escándalo.

893 136 120
                                    

—...dice que si dos trayectorias diferentes conectan los mismos dos puntos, y una función es holomorfa por todas partes entre las dos trayectorias, entonces las dos integrales de la trayectoria de la función serán iguales.

Axxas y yo ignoramos a nuestro profesor, porque tiempo atrás yo misma le había explicado a mi amigo de qué iba el Teorema de Cauchy*.

Me incliné sobre su cuaderno, y subrayé un error. Él lo analizó, y lo cambió de inmediato.

—¿No has pensado en ser maestra?—Preguntó distraídamente mientras resolvía los ejercicios que nos habían asignado. 

—No, y ojalá Beethoven jamás lo permita. —Me estremecí, pensando en que nadie dejaría que sus hijos tomaran clases conmigo una vez que llegaran a conocerme.

— ¿Por qué no? Eres muy buena enseñando, y muy paciente. —Insistió—. Aún me sorprende cómo logras que entienda cosas que cuando salen de boca de mis maestros suenan en griego.

—El tuyo es un caso especial, tú funcionas diferente. —Me encogí de hombros—. ¿Cuál es el número atómico del Bromo?

—No lo sé. —Se extrañó—. ¿A qué te refieres con diferente? 

Mi mano voló hasta su nuca, golpeándolo con fuerza. Varias personas se giraron para mirarnos, pero hice caso omiso de ello y continué trabajando.

—¡Brooke! —Se quejó en un susurro.

—¿Cuál es el número atómico del Bromo? —Repetí.

—¿Qué demonios ocurre contigo? —Frunció el ceño, pero cerró los ojos un instante—. ¿Treinta y cinco?

—Buen chico. —Aprecié—. ¿Lo ves? En tu caso, la letra con sangre entra.

Él intentó resistirse, pero rompió a reír casi al instante.

—Señor Bradley, le agradecería que compartiera el motivo de su alegría con la clase. —Espetó el profesor—. ¿Le parece más interesante que mi explicación?

—Por supuesto que no, señor. —Respondió educadamente con una sonrisa. El docente lo miró con los ojos entrecerrados antes de dejarlo pasar y seguir con su explicación—. Eres una tonta. —Me reprendió. Levanté una ceja con superioridad—. Hoy has estado muy rara, y ese vestido es espectacular. —Analizó—. ¿Hay algo que deba saber?

—No lo sé, ¿acaso hay algo que yo deba saber?

—No lo creo. —Negó, nervioso, y buscó en su mochila por una pequeña botella de agua, a la que dio un par de enormes tragos.

—Bien. —Siseé—. Es bueno saber que no ocultas nada, como que te estás acostando con mi compañera de residencia, o algo por el estilo.

El agua que acababa de beber salió disparada por su nariz, directo sobre su cuaderno.

Eso fue suficiente para el señor Thomas.

—¡Señor Bradley! Esta es la segunda advertencia, no permitiré una tercera. Si vuelve a interrumpir mi clase me encargaré de que repita la asignatura el siguiente semestre. —Amenazó.

—Lo siento mucho, no volverá a ocurrir. —Se comprometió, desesperado, intentando rescatar sus apuntes. 

Sonreí con malicia.

—¿Cuánto tiempo más pensabas ocultármelo? —Inquirí con dulzura.

—¡Iba a decírtelo! —Juró en un susurro—. No he tenido muchas oportunidades para hacerlo, pero debí haberlo hecho, rubia, lo siento.

Ain't talking about loveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora