Morello - Capítulo 19: Jerry.

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—¡Jerry! —Caí de bruces antes de poder ponerle una mano encima, y la toalla que llevaba en las manos salió volando, aterrizando sobre mi cabeza—. ¡Te enfermarás si no te quitas esa ropa mojada! —Él se echó a reír, mirándome desde el sofá.

Entonces me di cuenta de lo ridícula que debía verme, y solté una franca carcajada.

El niño bajó, y se sentó en el suelo, junto a mí.

—¡Me duele el estogamo! Deja de reírte. —Pidió, sujetando su abdomen, pero éso sólo me hizo reír más.

—No puedo. —Jadeé, entre lágrimas.

—¿Qué está pasando aquí?

¿Había dicho que no podía parar de reír?

Pues lo hice, y al instante.

Una sensación extraña se alojó en mi estomago al ver al dueño de mis pensamientos diarios frente a mí, y tuve que recordarme respirar al darme cuenta de que estaba conteniendo el aliento.

—¡Macdus! —Jerry corrió hasta el pelirrojo, que me miraba ceñudo, a la espera. Me incorporé rápidamente, y acomodé mi cabello.

—¿Por qué estás mojado? —Lo levantó en brazos con un movimiento fluido, y el pequeño pelinegro besó su mejilla, lo que lo hizo relajar su postura.

Me quedé anonadada, y no por el atrevimiento del niño, sino porque Marcus se lo hubiera permitido.

—Buzz tuvo un accidente. —Explicó. Marcus me miró, alarmado, y negué para tranquilizarlo.

—Vojsh está bien, pero también está empapado, está tomando un baño. —Aclaré.

—Eso sigue sin explicar qué pasó aquí, y por qué...

—¿Por qué estoy aquí? —Lo corté—. Bueno, Jerry puede explicarte eso. —Levanté una ceja, desafiante. 

Porque si de algo estaba segura, era de que no iba a pasar por otra escena como la que tuvo lugar en su habitación aquella vez.

—Gerry. —Corrigieron ambos, al unísono.

—Eso. —Le quité importancia—. Vojsh me llamó, necesitaba refuerzos.

Esperaba que el ojiverde comenzara a despotricar en contra de su amigo, clamando por su incompetencia, pero para mi sorpresa, miró con reproche al niño.

—Bien, ya te divertiste campeón, debes cambiarte. —Indicó firmemente. Señalé la ropa diminuta que había tomado de su habitación, y que ahora se encontraba en el suelo. Marcus la tomó, y se la tendió al niño—. ¿Necesitas ayuda con esto? —El menor negó, con expresión triste, y sus deslumbrantes ojos azules brillando. Tomó las prendas, pero no se movió de su sitio.

—¿Estás enojado? —Susurró mirando el suelo, y tuve que reprimir el impulso de abrazarlo, porque sabía que era algo completamente fuera de lugar, y sin embargo, no podía evitar sentirme tan enternecida.

Marcus no se contuvo.

Se arrodilló frente al niño, y negó.

—No lo estoy. —Aseguró, abrazándolo—. Pero sé que puedes portarte muy mal con algunas personas, y eso no está bien.

—No estabas aquí. —Se defendió.

—Lo siento, no debí dejarte solo. —La culpa en la voz de Marcus me hizo sentir que no debía estar en ése lugar—. ¿Estás bien?

—Sí.

¿Qué estaba pasando?

¿Por qué el frío pelirrojo se comportaba de ésa manera?

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