—¡Marcus! —Bajé de la moto sin prestarle atención a la voz femenina que me llamaba. Estaba seguro de que nunca la había escuchado en mi vida, así que fui directo a la entrada de la facultad sin siquiera dirigirle una mirada de cortesía—. ¡Oye, Marcus!
Pude escuchar sus diminutas pisadas dispararse en mi dirección, y bufé antes de frenar mi paso. Ella se detuvo frente a mí, jadeando, como si con eso pudiera obstruir mi camino en caso de que cambiara de opinión, y quisiera dejarla hablando sola. Me miró sonriente, pero intentaba recuperar el aliento.
¿Había caminado veinte pasos? ¿Tal vez menos?
¿Por qué la mayoría de las chicas de éste lugar contaban con tan nula condición física?
—¿Si? —Intenté no sonar rudo, pero me fue imposible no rodar los ojos ante su intento de pose sensual, lo que hubiera sido sumamente grosero si no hubiera llevado gafas oscuras en ese momento.
—Soy Minerva, estuvimos juntos el semestre pasado, en la clase del señor Addams. —Explicó.
—¿Lo hicimos? —Solté con aburrimiento, y la miré asentir—. ¿Puedo ayudarte en algo?
—No realmente. —Negó enérgicamente, haciendo sus rizos castaños bailar—. ¿Vienes en busca de tu horario?
—Así es. —Mentí—. No me gusta hacerlo el primer día de clases, todos lo hacen y las oficinas están llenas. —Conté sin ganas de seguir la conversación.
Me había despertado temprano únicamente para evitar este tipo de situaciones, y era jodidamente molesto saber que no había servido para nada.
—También yo, quizá podríamos buscarlos juntos. —Sugirió.
—Lo siento. —Me disculpé—. Debo ver a Vojshtech. —Expliqué. Cualquier persona que estudiara en nuestra escuela, sabía que Vojshtech y yo siempre estábamos juntos—. Ya nos veremos después. —Me despedí cortésmente, pero dejando en claro mi postura.
—Espera, Marcus. —La miré con el ceño fruncido cuando me sujetó por el brazo—. Yo... quería, yo quería... saber si irás a la fiesta de Léon ésta noche. —Se sonrojó.
Joder, otra niña rosa.
Tomé sus dedos, y me liberé de su agarre suavemente antes de responder.
—Por supuesto, es el último sábado antes de que inicien las clases. —Obvié con mi último vestigio de paciencia.
—Me preguntaba si... tú quisieras ir conmigo. —Su rostro estaba a punto de explotar de vergüenza.
Fue entonces que me tomé un segundo para mirarla de verdad. Una falda que apenas podía cubrir su trasero, y el más minúsculo top, dejaban a la vista más piel de la que cualquier persona hubiera mostrado... a las seis de la mañana, en un día lluvioso. Me pareció algo completamente vulgar, pero que no iba de acuerdo con sus sonrojos, o su actitud. Le dediqué una mirada cansada.
—Lo siento. —Era la segunda vez que me disculpaba con ella, y comenzaba a irritarme—. Pero sabes que no.
—¿Es por ella? —Levanté una ceja, casi ofendido por su intromisión, y me alejé sin decir más, en busca de la oficina administrativa.
Llegué rápidamente a la sala de espera, que se encontraba desierta, pero sabía que la administración no estaba vacía. Toqué a la puerta suavemente un par de veces, y esperé. No sabía cuánto tiempo le tomaría, pero esperaba que no fuera demasiado.
Después de unos minutos, una risita boba se dejó oír, y mi amigo salió de la oficina, con su largo cabello enmarañado, y un sobre de papel en las manos.
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Ain't talking about love
RomanceCon el intimidante Marcus Dallas había cuatro reglas por seguir: Primera, no te entrometas en sus asuntos. Segunda, no te interpongas en su camino. Tercera, nunca le mientas. Y cuarta, y más importante, jamás te metas con "ella". Pero, ¿quién era "e...