Madre e hijo.

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—Mama ¿Que haces aquí? ¿No vendrías el fin  semana, hoy es... Martes? —dijo el joven subía la escalera con nerviosismo.

—Si mocoso, y ayer era lunes y andabas tomando y borracho en un bar... ¿Bar gay, es encerio Damián? —dijo la madre ante la cara de horror del joven, Gio miro inmediatamente a Marta, la mujer estaba en el vestíbulo al borde de la escalera —. ¡Marta es tan alcahueta tuyo que no se atrevió a contarme nada, ella no tiene nada que ver!

Marta se fue un poco dolida porque Damián ha pensado que ella lo delató.

—Vamos al despacho de tu padre, tenemos que hablar, te lo dije antes de irme —siguio la madre, el joven sintió como su cuerpo se helaba al escuchar esas palabras, en ese mismo instante deseaba que fuese una pesadilla de la cual está al borde de despertar.

—Si, está bien... Iba de salida, solo déjame decirle al chófer que se retire... —siguio el joven desilusionado, esa noche tenía grandes planes con Henry.


—No, si con el también voy a hablar. ¿Acaso no es el con el que te ibas a besar en el bar? —ha dicho la madre, y eso fue la gota que derramó el vaso, su mundo se vino abajo, arrugó su rostro, estaba frío y pálido —. Ve al despacho —ordeno, el joven le pasó por un lado rumbo al despacho, como perrito regañado.

La mujer bajo por las escaleras, y se dispuso a salir a las afueras del recinto, donde de espadas estaba el robusto chófer, este se alertó al oír el sonido de la puerta cerrarse.

—Pero si no has durado nada bonito —dijo encarando a quien el pensaba era Damián, su asombro se asomó por su rostro al ver que se trataba de su jefa —. Señora, Giovanni, ¿Usted por acá? —dijo temeroso.


—Erick —llamo la señora, y el delgado rubio apareció casi enseguida con esa sonrisa burlona —. Vigile y no me deje salir a nadie, en cuanto a usted —dijo a Henry —. Espere tranquilamente que vamos a hablar seriamente.

El chófer solo asintió, trago saliva, su expresión estaba serena aunque por dentro la angustia lo carcome, sospechaba de que se trata, la mujer se fue nuevamente, adentro de la casa.


—Eso te pasa por estarte follando al marica hijo de los jefes —añadió Erick, riendo a carcajadas.

Henry ya estaba molesto tanto que se olvidó su lema de <ignorar es la mejor arma> solo queria partirle el rostro a Erick, apretaba sus puños, y su mandíbula estaba prensada, pero no se atreve a golpear al hombre por la sencilla razón de que está un niño presente.


—Henry no pasa nada..  —dijo tiernamente Leo, quien tomaba de la mano a henry.

El vigilante se iba marchando lentamente, bajo la inquisidora mirada de Henry, este se agachó y de cauclillas acarició el cabello rubio del niño.


<•••>

—Mama... ¿Cómo lo sabes? —susurro el joven en el eterno silencio del despacho.


Era un lugar sumamente cómodo, bien adornado con varios cuadros de arte hecho por manos de talentosos pintores, en el centro una gran mesa de madera barnizada, y una cómoda silla rojiza, grande hermosa, el lugar era un tanto oscuro, puesto que las luces tenían poca iluminación, así lo prefería Víctor ya que en tanta oscuridad obstaculiza leer algún contrato de trabajo, y así las personas ignoran ciertas cláusulas en el contrato, una maniobra típica de su padre para siempre salirse con la suya, aunque el joven no sabía de eso, más adelante de la mesa ahí cómodos sofás, y una vitrina con mariposas disecadas y una cabeza de toro colgando en la pared.

El Chófer De Mi Padre®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora