Decidí no enfrascarme tanto. Pero estaba decidida, ésta vez, el paso lo daría yo. Bueno lo daría por segunda vez.
La tarde del día siguiente la pasamos bien. Mi mamá no estaba, se quedaría en una reunión de trabajo y luego saldría con sus amigas, aunque lo dudo. Ella no tenía amigas, sino amigos. Pero poco me importaba, sobretodo si eso la hacía menos amargada conmigo.
Agus era súper apasionado cuando tratábamos el programa de la cursada. Ahí pude ver que me había equivocado con él, con todo en realidad.
Yo necesitaba a alguien con quien compartir cosas, con quien hubiera sustancia, no puras miraditas y solo atracción física.
Pude notar mejor sus facciones y me di cuenta que era el equilibrio perfecto. Cabello negro, ojos marrones, y sin embargo su mirada podía hacerme temblar junto con aquellos labios torneados. Solía mirarme así cuando estábamos muy cerca el uno con el otro. Era más bajo que su amigo Tomás, bueno creo que todos lo éramos, pero de la misma estatura que Lionel aunque otra complexión física sin dejar de ser atractivo.
Aunque pude tomar anotaciones de sus explicaciones, también solía perderme cuando lo miraba a los ojos. Pero no me importaba que él lo supiera, al contrario, esto significaba que quería que sepa que yo estaba ahí observándolo.
- Me encanta ser tu tutor. - dijo de repente.
- ¿Mi tutor? - dije con sarcasmo - todos los parciales que tuve hasta ahora más los trabajos prácticos dicen que no los necesito.
- ¿Ah, si? entonces ¿por qué me llamaste?
¿Lo digo o no lo digo? Su rostro quería que lo desafíe.
- Fue solo una excusa. - lancé de repente, intenté que mi voz fuera más cariñosa, pero olvidaba que no sabía nada de aquello sobre cómo seducir a un hombre. Su asombro repentino ante mi declaración fue reemplazado por una mirada divertida.
- Qué directa, ni más ni menos.
- ¿Qué estás pensando? - le dije en una disimulada cara de confusión. - Solo quiero tener el mejor promedio y necesito conocer contra quienes compito.
Me dio gracia su rostro. Ahora él era el confundido.
- Claro, cerebrito, solo es por eso.
Miró su reloj y ya tenía que irse. Lo sabía, él me avisó antes de ponernos cómodos en mi sofá. Tenía que ir a la casa de su padre.
Nos despedimos y luego de eso me quedé ordenando todo. Estaba feliz, ansiosa y llenas de ideas macabras. Wow, estaba animándome a dar pasos. Por eso luego de nuestra cita de estudios, conversé con Layla.
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Al otro día en la facultad, tenía la esperanza de "cruzarme accidentalmente" con Agustín. Claro porque yo conocía sus horarios de cursada.
Sin embargo, aunque esperé como una condenada en la puerta de ingreso al aula para el seminario, nunca llegó.
Así que, me rendí y me dirigí al buffet, allí podría pensar bien qué hacer. Me senté en mi lugar de siempre que gracias a Dios estaba desocupado. Desde allí podría ver todo además de ser el lugar más alejado de la gente, por eso siempre estaba desocupado además, confieso que tenía una pequeña arma para reducir las posibilidades de que se ocupe, y es que cuando me iba, sacaba las sillas y las agregaba a otras mesas que quedaban mucho más adelante, entonces solo unos pocos se animaban a reubicar las sillas. Muajaja.
Una vez sentada allí, pensaba que iba a pedir de comer, cuando alguien conocido forma fila para comprar. Pero lo más raro es que cuando creí que se formaría como todos los que estaban allí y aguardar su turno, resulta que uno de los empleados deja de atender, agarra un paquete y se lo lleva al chico, quien paga de una y se da la vuelta.
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Te lo pido, quiéreme
Teen FictionMalena, de 24 años, quien vive entre dos mundos: el primero por obligación, la Realidad y el segundo, Platón, donde se hallan sus agallas y amores de primaria, secundaria y ahora de universidad es decir, chicos sexys con un gran sentido del humor, i...