Epílogo

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Luego de aquella rara y esplendorosa noche, donde ambos declaramos nuestro amor a pesar de sus celos alocados y mi voz disfónica, todo se tornó más claro y decidimos que ya no había fuerza que pudiera separarnos, salvo ciertas responsabilidades.

Kevin tuvo que viajar si o si al Sur, y yo tuve que esperar a terminar la cursada para tomar mi boleto de avión e ir junto a él. 

Aunque nos permitimos quedar más del tiempo que teníamos planeado hacerlo, tuvimos que volver para el casamiento de Layla. 

Todo ese verano Kevin insistió en hacer una boda doble. ¡Jajaja! Al rato se reía admitiendo que era una broma, pero los ojos brillosos en los que aguardaba una respuesta, aunque fuera una de mentira, me decían que había algo de verdad.

Aunque todavía somos muy jóvenes, hubo ciertas realidades que nos marcaron. Durante esos primeros meses de noviazgo, nos contamos con mayor detalles nuestras historias de vida. Él supo la verdad sobre la muerte de mi tía, lo que significó para mi, lo destrozada que dejó a nuestra pequeña familia. Por otro lado, trabajar con niños con carencia afectiva, que fueron abandonados o sus padres son una basura que no supieron protegerlos de algún mal, o en el mejor de los casos, fueron dejados por enfermedad y de manera transitoria, me afectó de tal manera que Kevin sabe que toda mi visión sobre tener una familia propia, cuidarla y protegerla es algo que cada vez siento más y más mío.

Mis sentimientos de soledad han sido desgarradores que no supe plasmarlo en capítulos anteriores. Es como una maldita oleada de emociones que viajan de aquí para allá, suben y bajan como en una montaña rusa. 

Por eso cuando él me contó a mayor detalle toda su vida y lo que supuso para él sentirse parte de una familia que lo acogió y adoptó, sé que de alguna manera pude sentir su dolor, sus dudas y entender que él también desea de verdad formar una propia, tener algo que pueda llamar suyo con todas las letras. Desde que lo conozco siempre fue muy posesivo, supongo que las marcas de su infancia han moldeado su bella personalidad.

Agradezco tenerlo a mi lado, conversar y reírme con él. Puedo decir que por primera vez en mucho tiempo ya no me siento sola. Es decir, siempre hay momentos de bajón, pero tener a alguien que te entiende, que está allí para acompañarte, para reírse de tus torpezas, limpiar tus lágrimas o simplemente llorar juntos, es impagable.


Cuando regresamos del Sur faltando pocas semanas para la boda de Layla y Charlie, hice un arreglo en mi casa donde las chicas se enteraron de nuestro noviazgo. Sin embargo, no se sorprendieron en lo más mínimo. Más bien, me miraron en silencio, se miraron entre ellas y al segundo seis almohadones con ese forro de un centímetro de grueso estrellaron directo en mi cara y cuerpo. Incluso cuando logré recomponerme, Trax se paró y con una mirada dulce me tiró un vaso de agua que entró directo por mis fosas nasales.

- ¡Qué cuernos! - dije en un arranque de furia y completa sorpresa.

- ¡Por fin! - a pesar de que su almohadazo se implantó justo en mi cara y me comí todas las plumas que salieron de su interior, Layla estaba completamente emocionada. Ella ya lo sabía pero le conté por teléfono. Se levantó y me abrazó aunque con asco evitando así que las plumas que se me quedaron pegadas con el agua que me tiraron luego, se le pegaran a ella.

- Lenta que sos, pensé que renunciaría a vos - dijo Paola con una sonrisa brillante negando con la cabeza.

- ¡Qué linda pareja se ha formado! ¡Gané la apuesta! Paola me debés uno de los grandes- dijo acusandola a con satisfacción.

- ¡¿Qué carajos?! - vuelvo a decir. ¿Estas son mis amigas? ¿Por las cuales me gasté en souvenirs por mi viaje al Sur?

- Hey, pensé que con el noviazgo mejorarías tu vocabulario de camionero.- arremetió Ceci contra mi. 

Te lo pido, quiéremeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora