Parte 15: Celos de amigos y otras conductas infantiles

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Había pasado una semana desde que comenzamos a tratarnos más de la cuenta y sin querer nos habíamos vuelto algo así como amigos. 

Era raro porque, aunque en la primaria hubo un tiempo donde solo me juntaba con chicos en los recreos y en horas de Tecnología ya que alegaba que las nenas eran aburridas y armaban histeriqueos de nada en cambio los chicos no, durante la secundaria y toda mi adolescencia hasta ahora, no he tenido un solo chico cerca. Claro a excepción de mi primer y decepcionante novio, Agustín, y mi compañero de Grupo Operativo y ex dios griego, Lionel.

Desde el vamos que ésta vez no intenté arruinarlo y le advertí a los habitantes de Platón que no se les ocurriera armar un shippeo, ni corazones, ni volar la imaginación hacia un futuro juntos ni tampoco estacionar a observar sus facciones. Si amigos íbamos a ser, solo sería eso. Y la verdad es que la pasábamos bastante bien lo que me sorprendió. En unos días, parecía que éramos amigos inseparables. 

Kevin era esa clase de persona con la cual podías reírte y ser completamente vos sin tener miedo a que huya de mi gran risa de chanchito flagelado o ser extremadamente sarcástica, como solía ser yo. Hasta Layla quería abofetearme por mi, según ella, "humor negro". Pero Kevin solo se reía y me seguía la corriente. Detrás de su carita de angelito, había una mente desalmada que superaba mis comentarios y me hacía sentir una simple novata ¡Pervertido del sarcasmo! 

Hace tiempo que no la pasaba tan bien así, aunque cuando volví aquella noche de la facultad y de haber cenado con él en el buffet de la escuela mientras intentábamos hacer resúmenes de las fotocopias de las materias de cada uno, sentí un dolor en el pecho. La conversación no rondaba en cosas profundas, logré contarle algo de Lionel, a lo que él escuchaba atentamente, sin embargo fue uno de sus comentarios, una frase, para ser exactos lo que me desestabilizó. Claro que él no se dio cuenta.

Entre risas.

- Layla siempre me carga porque llegué a confesarle mi primera impresión en cuánto vi a Lionel.

- ¿ Qué fue...?

Me sonrojé, quizás la revelación ante una chica era de lo más normal, pero delante de un chico y con mi nivel de idiota y pobre virgen, esa tontería que saliera de mi boca me hacía sentir extremadamente patética.

- Dios griego...

Me miró incrédulo y luego suspiró.

- No es la primera vez que lo escucho, mi hermanita de quince está toda la hora soltando guarradas de los cantantes, actores y hombre que pase por su mente pervertida, diciéndoles "Magnus, dios griego, papito..." - fue vergonzoso que me comparara con una adolescente de quince, pero morí de risa cuando imitaba la voz lujuriosa de su hermanita. 

- ¡Sos un idiota! - no podía dejar de reír.

- ¡vos una pequeña babosa! - dejé de reír, me calme y por primera vez desde que estábamos allí sentí que no estábamos solos. Comencé a escuchar las voces a mi alrededor, y peor aún, escuché ese mismo apodo que me hacía refunfuñar pero con la voz de mi tía. 

Intenté controlarme, pero adentro algo se volvía a romper. Me di cuenta que estaba enfermando. ¡Dos años pasaron de su muerte! ¿ Por qué no podía superarlo? ¿Por qué recién me quebraba ahora, por qué todo se desmoronaba? Antes eran llantos cuando estaba sola, ahora eran en todo momento, a cualquier hora. Si estaba en el aula y de pronto quería llorar tenía que correr al baño porque sino me desgarraba allí mismo. 

Al parecer, se dio cuenta. Y creyó conveniente explicarme la razón del apodo que me dijo, pero eso fue lo de menos. 

- ... es un apodo que suelo decirle a mi hermanita. Con cariño ¿no? - Al notar mi mirada perdida, aunque le sonreí, sé que notó que algo no andaba bien - mmm creo que mis apodos no te van. Como cuando te dije la otra vez Oveja Dolly. ¡Pero por Dios mija, que comés raro!

Te lo pido, quiéremeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora