No pude dejar de verle. Intenté suprimir cualquier rastro de dolor ante su indiferencia. Me levanté de golpe y con todo el esfuerzo le sonreí a Lay y la invité a irnos.
Para mi sorpresa no me dijo nada, solo asintió y me siguió. No hablamos mucho hasta que llegamos a la puerta de su aula. Yo tenía que irme al trabajo y ella entrar a su próxima clase. Se dio la vuelta y cuando pensé que era demasiado bueno para ser verdad y no buscaría intentar sacar el tema de la biblioteca, me equivoqué.
- Male... - me incitó a mirarla a los ojos. Su mirada era franca, pero yo me sentía con una rabia mezclada con confusión y odio por sentirme tan estúpida. Tampoco sé que esperaba obtener de todo esto - olvidate de él ¿si? No merece tu dolor ni tus sentimientos.
Me salpicó con los dedos en mi hombro. Era un gesto que me hizo sonreír y ella sonrió conmigo.
Asentí. Con resignación asentí que me ilusioné en vano.
- Nos vemos - se despidió por segunda vez - cuando estén dormidos, te llamaré a medianoche.
- Claro, gracias. - Lay sabía que luego de que todos los niños del Hogar se durmieran, nosotras recién cenábamos y podíamos relajarnos, mientras cuidábamos de su sueño y preparábamos su ropita para el día siguiente.
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Esa mañana cuando llegué del trabajo me vi como siempre derrotada.
Derrotada ante todo... el amor, mi pasado, presente y ¿por qué no? Futuro también. Estaba derrotada ante mi, quién no sirve más que para soñar, quien al final del día, está tab sola en su cama fría y en su corazón roto.
No servía querer acercar o alejar a alguien, de todas maneras nunca llevaba las de ganar. Nunca sería feliz, debía dejar de intentarlo.Dormí toda la tarde. No fui a la Facultad, aproveché que no debía entregar nada y que la teoría poco me importaba ésta vez. Aunque sabía que cuando me encontrara mejor, me arrepentiría de haber faltado.
Mi madre ese día me obligó a limpiar la casa "ya que no iba a ir a ningún lado". Así que veamos. Despejé y limpié la mesa del comedor, colgué toda abollada la ropa en el tendedero, limpié el inodoro con su shampoo y pasé un trapo a la pileta.
Luego sí fui y me enceré con llave en mi habitación. Leí un poco, alimenté mi sentimiento de culpa unas horas más y seguí torturándome con lo imbécil que era Lionel hasta que m dio sueño nuevamente.
¿Por qué no podía pasar página y volver a las cosas que me hacen bien?
¿Por qué no podía arrancar el resentimiento y enojo que me embargaba y sentir paz? ¿Por qué siempre buscaba la manera de empeorarlo todo? ¿Por qué no era feliz...?Tiempo atrás, cuando vivía enamorada del amor, pensaba que todos mis males se borrarían si tan solo sintiera el placer de un beso, o las caricias de un hombre. Al menos cuando me sintiera sola y estuviera sola, aislada en mi cama, si recordaba lo que fue sentirlo alguna vez, lograría apaciguar un poco mi dolor.
No sé a que edad formulé aquella teoría pero supongo que era adolescente. Ahora, lo único que si sé es que yo soy la única que debe encontrar y rehacer su propio camino hacia mi propia libertad.
Me di cuenta que los besos no significan nada cuando el alma está apagada. Y aún sigo sintiéndome... sigo estando sola.
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Aunque quería pasar de la cursada de hoy, sabía que ya no debía abusar de las faltas ni de subestimar la teoría o sino, estaría perdida en los parciales.
Con los hombros caídos, me levanté de la cama con solo tres horas de sueño, me duché, me puse una sudadera amplia, mi campera de cuero dos tallas más grande, juntos con mis zapas multicolor y un jean negro. Me arrastré hasta el comedor, le tomé el té con leche que se preparó mi mamá mientras se fue a no sé donde y salí para la Facultad.
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Te lo pido, quiéreme
Teen FictionMalena, de 24 años, quien vive entre dos mundos: el primero por obligación, la Realidad y el segundo, Platón, donde se hallan sus agallas y amores de primaria, secundaria y ahora de universidad es decir, chicos sexys con un gran sentido del humor, i...