You're just a memory (2 temporada de I fell for you)

Moriré

You’re just a memory 

Capítulo 10

‘Moriré’

/Narra Justino/

Cerré la puerta del departamento. Qué día, ¿no? Suspiré cansado y dejé la chaqueta que tenía en el perchero; prendí la calefacción por el frío mientras pensaba claramente lo que sucedió hoy. Las palabras de ella… ‘Te quiero como… como un amigo’; ‘Lo prometo’

Tenía millones de chicas a mi alrededor, pero no… yo quiero a la embarazada, loca, normal, tonta y… perfecta de Miley Cyrus. ¡Mundo y gustos crueles! Enamorarme de una Belieber sería mucho más fácil, ¿no? Pero no… a mis querido, e idiota corazón, se le ocurrió de ella.

Gracias corazón, por tú puta culpa, sufro yo.

Me senté en el sillón y al instante, prendí la televisión. 

Sentí como si me estaba dando un ataque de claustrofobia. El aire me empezó a faltar y es como si alguien me estaba estrangulando por la garganta, ahorcándome. Cerré los ojos fuerte, intentando que el dolor deje de cesar, pero no. Mi garganta se cerraba, por lo que mi cuerpo me obligaba a toser. Abrí los ojos tratando de ignorar el dolor y me paré como pude, pero al segundo de hacerlo… mis piernas me fallaron y flexionando las rodillas, caí al piso, produciendo, en lo más profundo de mi garganta, un quejido de dolor ahogado.

<<Me muero y todavía… no hice nada de lo que siempre quise a ser>>… ese es mi único pensamiento en este momento.

De un momento a otro, la cabeza me empezó a dar vueltas y vueltas; el ruido del televisor se escuchaba como si era un eco de alguien hablando; la garganta dejó de producir esa horrible sensación y mis parpados, que amenazan con cerraste, cumplieron su misión. De ahí, todo se volvió negro.

/Narra Miley/

Ha pasado un día desde la última vez que vi a Justin y sinceramente, me preocupa no saber nada de él. No llamó en ningún momento, no mandó ningún mensaje de texto ni salió en las noticias. Aunque mi orgullo lo niegue, tengo temor de que algo que yo haya dicho lo hubiera lastimado y haya decidido rendirse ante su hermosa propuesta y sí… todo es muy lindo para ser real.

Hoy, es lunes, llegaría mi primo Alejo de Argentina y estoy completamente feliz; él era increíble en todos los sentidos, por lo que no me perdono por no haberlo llamado por… creo que cinco años. Aún así… sólo vivirá aquí una semana y tendrá su departamento cerca de su gloriosa e internacional universidad: Harvard a cuatro horas de aquí. Me siento orgullosa de ser su prima. Lo que sería un problema, es que me olvidé de contarle de Julew y Justin…

<<Dios, ayúdame en esto>>.

Mi teléfono sonó captando mi atención. Era él, mi primo en un mensaje de texto:

*Prima… estoy en el aeropuerto. ¿Me recuerdas?... ¿O prefieres que vaya yo? Te quiero pulga* - inmediatamente contesté.

*Voy por ti feo… espera ahí. Te quiero mucho más Alejitobebé* - lancé una pequeña carcajada recordando su sobrenombre hecho por mí y cuanto lo hacía enojar. Sin tardar más, agarré mi bolso y salí del departamento decidida a buscarlo.

-¿Miley? – preguntaron a mis espaldas, volteé mi cuerpo quedando frente a mi primo y cuando menos lo pensé, me elevó en el aire riendo como un loco desquiciado, casi como yo, sólo que a mí se me incluían lágrimas de felicidad.

-¡Alejo te extrañé tanto! – sollocé cuando me había bajado y me encontraba apoyada en su hombro, llorando y mojando su camisa rojo sangre mientras él fregaba sus manos en mi espalda dulcemente.

-Yo también, Miley - sonreí y me separé de él; limpié mis mejillas con el dorso de mi mano, de la manera menos femenina posible y lo miré de arriba abajo.

-¡Has crecido! – me burlé y rodó los ojos divertido.

-Tú has engordado – pestañó y su mirada cambió en un abrir y cerrar de ojos; mierda… observaba mis ojos con una mirada amenazadora y diciéndome: ‘Eres culpable de esto’… sentía ese sentimiento de niña regañada por su padre.

-Perdona, ¿sí? – intenté hacer una mirada tierna que, al parecer, sí funcionó. Sonrió y negó con la cabeza – Tengo muchas cosas que contarte además de esto – señalé mi panza y me encogí de hombros.

-Pues… tenemos una semana – me abrazó fugazmente y cuando se separó, puso las manos en la manija de su valija. 

-¿Vamos? – pregunté. Asintió y me puse a un lado, para tomar su otra valija. Juntos empujábamos sus valijas, él dos, yo una y subimos al auto, no sin antes dejarlas en el baúl.