Presión

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Me detuve y la miré a los ojos detenidamente. De repente y por primera vez no reconocí a la persona que tenía delante de mí. Su mirada me dolió, me hizo tanto daño que tuve que agachar mi cabeza como cuando el sol te deslumbra hasta llegar a saltarte las lágrimas. 

- ¿A ella no la has escuchado? - pregunté destrozada - te está engañando Mimi, joder...

En ese momento Estrella tosió dejando en clarividencia lo teatrera que podía llegar a ser. Pero no, Mimi no era capaz de darse cuenta...

- Claro que la he escuchado - me clavó de nuevo sus ojos repletos de decepción y asintió seria - y te ha dicho lo que yo te he repetido no se cuantas veces ya, Ana... que somos amigas - enfatizó la palabra - amigas, coño. Y ahora por favor vete de aquí, no quiero enfadarme más...

- Genial, Mimi... genial... 

Antes de cerrar la puerta de la habitación la volví a mirar intentando entender algo. Creo que busqué alguna mirada entre ellas que me diera una explicación de aquello, a lo mejor aún sentía cosas por Estrella o a lo mejor era una de esas personas en  la vida de Mimi que ella protegía con todas sus fuerzas por algo en concreto. Pero no era capaz de llegar al motivo por el cual ni siquiera podía escuchar lo que yo tenía que decirle. Y eso sin contar con mi mala suerte, que había hecho que ella apareciera en la habitación justo en el momento para escucharme a mí gritarle como una loca y no a ella soltando alguna de sus impertinencias.

Me metí en la habitación y di unas cuantas vueltas por ella mientras pensaba que hacer. No me apetecía nada quedarme allí y barajé la posibilidad de irme a casa de Cepeda, pues Aitana estaba esa noche con él y así podríamos irnos a la mañana siguiente los tres juntos a Málaga, pero luego pensé que ellos no tenían culpa de mis problemas y que seguramente querrían pasar la noche solos. También pensé en Roi pero quizá él ya me había aguantado demasiado. Y lo cierto es que ya está, ahí se acababan mis opciones... no pude pensar en nadie más porque no tenía más amigos en Madrid y prácticamente en la península. Así de triste era mi vida social antes de entrar en la academia y, aunque ahora lo era algo menos, seguía sintiéndome muy sola en situaciones así.

El caso es que no pude hacer otra cosa que preparar la maleta para el día siguiente y acostarme a esperar ansiosa que llegara la hora de irme.

Aunque no fui capaz de conciliar el sueño, estaba tranquila y dejó de importarme lo que Mimi podía estar haciendo con su amiga en aquella habitación. A lo mejor en otro momento yo estaría agazapada detrás de la puerta e intentando escuchar su conversación, pero en aquel momento estaba demasiado cansada y harta de la situación. Consideraba que ella ya había traspasado el límite y solo darse cuenta por sí misma de las mentiras de Estrella la haría reaccionar.

Después de un buen rato escuché la puerta abrirse despacio. No sé muy bien porqué pero el corazón me empezó a latir muy rápido, supongo que tenía la esperanza de que se acercara a mí para intentar arreglar las cosas, que dejara algún beso en mi cabeza como hacía cada vez que me veía dormir o que se acostara a mi lado y sin más me abrazara. Pero no, nada de eso, se sentó en la cama y rebuscó en el cajón de su mesita de noche. Yo estaba mirando hacia el otro lado, pero por el ruido que hizo supe que estaba trasteando el estuche de las lentillas.

Decidí darme la vuelta para mirarla atenta y esperar alguna reacción suya pero fue imposible así que no tuve más remedio que llamar su atención.

 - Eh... - acaricié la parte baja de su espalda cariñosamente - ¿estás más tranquila para hablar?

Apartó bruscamente mi mano de su espalda y se dio la vuelta para mirarme.

- La que se tiene que tranquilizar aquí eres tú Ana - dijo seria pero muy serena - cuanto te tragues los malditos celos y me asegures que no van a volver a aparecer vuelves y hablar conmigo, mientras tanto prefiero ahorrarme otra discusión que no llegue a ninguna parte 

La revolución.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora