Parentesis

3.1K 158 35
                                    

Aquella noche no logré pegar ojo

La preocupación no me dejó descansar y las horas pasaron despacio mientras mi cabeza daba vueltas en bucle a la conversación que habíamos tenido volviendo a casa.

Estábamos borrachas, muy borrachas, pero no sé porque tuve la sensación de que todo lo que soltó Mimi era algo que tenía guardado desde hacía tiempo.

Cuando llegamos a casa ella se tiró en la cama de espaldas a mí, y se quedó dormida al instante.

Me daba pánico levantarme y no tenerla tan cerca como de costumbre.
Habíamos tenido muy pocas discusiones desde que las cosas iban un poco mejor y solo podía pensar que aquella situación no era un error de una u otra, si no un problema de ambas que tuvo que explotar de aquella forma tan banal.

Antes de salir de la habitación me acerqué y dejé un beso suave en su cabeza.

Me hice un buen desayuno, más por tomarme algo para la resaca que por hambre, y le di infinitas vueltas al café con la esperanza de que ella se despertara y poder hablar de todo en el desayuno.

Pero no aparecía y no tenía pinta de hacerlo. Seria uno de esos días que se haría la remolona en la cama hasta bien entrada la tarde y con razón, yo también lo habría hecho de haber podido conciliar el sueño ya que llegamos a casa bastante tarde, o bastante temprano, según se mire.

Así que pensé en aprovechar el día y recoger un poco el piso, para después, ponerme a escribir tranquila.

Pero todo se quedó en un pensamiento.

Me senté en el sofá a ver un poco las redes y no sé en qué momento caí rendida por el cansancio.

Lo siguiente que recuerdo es escuchar a Mimi hablar en voz alta.

Abrí los ojos con la sensación de que me había pasado un camión por encima y la vi en el balcón hablando bastante agitada.

Cuando terminó entró al salón, con un gesto bastante poco conciliador, y me miró de reojo sin dirigirme la palabra.

Un fuego de ira me recorrió todo mi interior y no pude quedarme allí sentada ni un segundo más.

Me levanté y fui tras de ella.

- ¡Eh! - se giró para mirarme - ¿ni un puto buenos días? - levanté la voz - que yo sepa no te he hecho nada para que estés así conmigo ¿eh? Qué menos que un poquito de educación...

- En todo caso sería un buenas tardes - musitó

- Eso, encima vacílame así... - mi enfado iba cada vez a más

- Ana, no estoy de humor para hablar ahora y me duele mucho la cabeza, dame un par de horas por favor - dijo en un hilo de voz y sin ser capaz de mirarme a la cara

- Genial, pues cuando la señora quiera - dije irónica

Volví al salón bastante encendida y con ganas de romper algo y a los segundos el timbre sonó.

Era Ricky. Cómo de costumbre...

- Hola bella - me dio un beso en la mejilla a pesar de la cara de asco con la que debí recibirlo - ¿Cómo va la resaca? Ayer ibais finas ¿eh? - entró sin ningún reparo - ¿Y la rubia?

- Por ahí dentro anda... - contesté bastante seca

- Uy... - esa palabra con ese tonito suyo me dio mucha pereza de repente

- Ricky ¿Qué quieres? Te aseguro que no soy hoy una buena anfitriona

- Ya lo sé mi amor, no hace falta que me lo asegures - dijo irónico - ¿Qué ha pasado?

La revolución.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora