Suite

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Y ahí estaba yo, esperando en aquella suite gigante de la planta siete de uno de los hoteles más caros de Madrid sin tener del todo claro que Mimi fuese a aparecer en algún momento de la noche. Me sentía súper pequeña sentada en la esquina de esa cama queen size (si, he rebautizado a las king size porque me ha dado la gana) y no dejaba de mirar con deseo la botella de champán que había en un carrito al lado del jacuzzi mientras mi pierna derecha se movía de forma desquiciante y sin poder controlarla. Había apagado el móvil hacía un rato porque no quería imprevistos y la intriga de no saber si había salido todo bien me estaba revolviendo el estómago. Comprobé veinte veces que todo estaba perfecto allí, pero no podía dejar de sentirme algo ridícula ¿Y si no aparecía? Además, el día anterior había vivido un capítulo muy desagradable y la idea de llevarla a un hotel a veces se me antojó algo atrevida. A lo mejor después de forcejear con tres idiotas evitando que la violaran, lo último que le apetecería era una invitación para una noche como la que yo me imaginaba. Además el conjunto que le había regalado no daba lugar a dudas, no era un regalo para dormir ni para usar de ropa interior. Pero dada mi experiencia me arriesgué a hacer aquello, porque la realidad es que el día que Mimi y yo tuvimos sexo por primera vez después de que pasara aquello con Mario, yo me sentí renacer y me hizo muchísimo bien.

Tenía calculado que ella podría llegar sobre una hora concreta pero era lógico darle un margen ya que podrian surgir mil cosas. Pero tras media hora esperando no aguanté más y me dispuse a encender el móvil. Estaba introduciendo el segundo número del pin cuando al fin tocaron a la puerta. Deseaba con fuerza que no fuese otra vez el servicio de habitaciones que en la suite hacían más visitas que un cuñado gorrón. Me dirigí a abrir y antes comprobé por la mirilla. Era ella y antes de abrir solté un suspiro de alivio enorme.

- Hola - dijo tímida y con la voz algo tomada - perdí la última nota y no sabía exactamente que habitación era, por eso he tardado tanto... - se rascó la cabeza - llevo media hora peleándome con la recepcionista para que me la dijera.

Yo reí fuerte y la agarré de la mano acercándola a mí e invitándola a entrar.

- Feliz cumpleaños, mi amor - dejé un pequeño beso húmedo en sus labios - eres un desastre... - le dije mirándola a los ojos que estaban un poco vidriosos y rojizos - ¿Estás bien?

- Estoy feliz después del día de hoy - me dio un pequeño pico sonriente - pero sigo mal Ana... me encuentro muy débil y antes en la cena creo que me ha dado fiebre...

Directamente puse mi mano en su frente para comprobar su temperatura.

- No parece que ahora tengas - dije con cara de circunstancia

- Pero tengo mucho frío - se acurrucó en su propio cuerpo y miró la habitación - te has pasado, y ahora me siento mal porque yo no sé si voy a poder amortizar esto como merece - me miró con lástima - ya me entiendes...

- No te preocupes pequeña - sonreí forzosamente mientras acariciaba su cintura - lo importante es que estés bien, para lo otro tenemos toda la vida - quise tranquilizarla pero en el fondo me estaba dando rabia aquella situación, la noche de pasión se me había ido a la mierda por completo - siéntate anda, voy a traerte una manta - la conduje hasta el sofá

- Lo siento de verdad - acarició mis mejillas - ha sido un día precioso, la comida, la cena, lo de Universal... - mordió su labio y negó con la cabeza - eres increíble tía, ya me contarás cómo lo has conseguido - apenas le salía la voz y su actitud me resultó algo fría

De nuevo le sonreí con algo de esfuerzo.

- ¿Porqué no te vas a la cama? - eché su pelo para atrás sacándoselo de la manta y me quedé mirándola embobada - hasta enferma estás guapa... qué rabia das

La revolución.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora