Falsa normalidad

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Se me calló el cigarro de las manos al escuchar aquello. Lo pisé con mucho sigilo y me metí en el hotel para que no me pillaran. No podía parar de llorar. Nadie había hecho algo así por mí nunca. Estaba engañándome para no hacerme daño, y así se estaba jodiendo a ella misma. Quise quitarle importancia al detalle de que Mario le negara el saludo. Él es así. Por otra parte no podía evitar sonreír aliviada entre lágrimas al pensar que sí, que todo aquello fue de verdad, nada de espejismos, fue real.

Pero de nuevo paré al corazón y puse la cabeza al mando de aquella situación.

Al fin y al cabo yo quería olvidarme de todo y ella estaba ayudándome a conseguirlo porque también sabía que era lo mejor para mí, así que decidí hacer como si no hubiese escuchado nada allí fuera y seguirle la corriente.

Sí, ahora la fría estaba siendo yo.

Me sequé las lágrimas y cogí el móvil. Quería olvidarme de todo y decidí llamar a Mario.

- ¿Sí? - preguntó de lo más seco

- ¿Como que sí? ¿Que pasa que no tienes mi móvil guardado o qué? - reí sin saber muy bien porqué

- Ay, perdona amor, es que cogí tan rápido que ni vi el nombre, ¿qué tal?

- Pues bien, que estaba a punto de irme a la cama y quería darte las buenas noches - puse voz de niña pequeña y me estaba sintiendo algo ridícula

- Pues buenas noches cielo, oye que no te pregunté estos días, ¿que vas a cantar en la gala? Supongo que la Bikina...

- No... - me quedé un poco temblorosa pero decidí decirlo con seguridad y normalizarlo todo - canto lo malo con Aitana y con Mimi la canción que cantamos en la gala uno

- ¿Enserio? Alucino con el programita vamos...

- Mario, quédate tranquilo de verdad que es una compañera y nada más, ya hemos hablado de esto.

- Vale, bueno pues cuidadito con los ensayos que esa con la tontería del baile se pega más de la cuenta

Reí porque ahí tenía razón.

- Que sí, tranquilo.

- Buenas noches mi amor - Antes me derretía cuando me decía eso con esa voz y ahora no era capaz de sentir ni un simple escalofrío - te quiero

- Y yo a tí, buenas noches.

No era verdad. Yo ya no le quería, al menos no como antes. Pero estaba haciendo un esfuerzo para sentirme como antes de que toda mi vida cambiara.

Cogí el ascensor para irme por fin a la habitación. Segundos antes de que se cerrara vi como Roi y Cepeda se colaban muertos de risa.

- ¿Que os pasa? - les pregunté con una sonrisa, me encantaba verlos siempre de cachondeo

- Nada, aquí mi amigo que es un cabrón de los buenos - Cepeda ya lloraba de la risa y no podía casi articular palabra

- Perdona, pero lo empezaste tú todo eh, pobre mujer enserio...

De repente el ascensor paró en la planta uno y un poco mi corazón también. Entraron Agoney y Mimi abrazados. Podía notar como los ojos de ella aún brillaban, estaban hinchados de llorar y a pesar de eso, emanaban una luz preciosa.

Los chicos seguían de risas. Yo decidí hacer lo que habría hecho en una situación normal, al fin y al cabo era lo que quería: comportarme como siempre.

- Amiga, ¿estás bien? - le pregunté dándole una palmada en el brazo

- Sí, es que creo que me estoy resfriando, la puñetera nieve...

La revolución.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora