Confianza ciega

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Esa noche apenas dormimos. Supongo que la inquietud de ver como toda la situación se tornaba tan peligrosa nos hizo darle mil vueltas a la cabeza. 

Si Mario había sido capaz de tratar así a Roi ¿qué no sería capaz de hacer con nosotras? 

No eramos ni mucho menos dos mujeres débiles ni cobardes, todo lo contrario, pero con mi experiencia había aprendido que con la gente violenta y que no entra en razón con ciertos temas había que tener cuidado. Realmente yo ya había vivido algo horrible con él y aún estábamos a espera de que se celebrara el juicio por la denuncia que le puse. Por eso estaba relativamente tranquila, porque no le veía tan torpe como para joderse la vida de una forma tan sencilla y acercarse de nuevo a mí. Pero por otra parte estaba asustada por Mimi. Hacerle algún tipo de daño a ella era una forma de hacérmelo a mí y después del incidente en Universal iba a tener motivos para ello. Mi preocupación principal, por tanto, era ella, necesitaba de una puta vez estar a gusto a su lado y en esa noche se me pasó por la cabeza mil veces la idea de que teniéndola cerca la estaba poniendo en peligro.

Además no podía evitar, a pesar de todo, sentir lástima por él. Jamás, en todos los años que estuvimos juntos, se había comportado así. Cuando lo vi dirigirse a mí en aquel momento en las oficinas tenía la mirada perdida, no parecía él y llegué a pensar de todo para entender aquel cambio de actitud tan repentino. Es cierto que yo no me porté bien, igual debería haber sido clara desde el primer momento y no haber aparentado que todo seguía igual. Puede que yo tuviese algo de culpa en toda esta historia pero su actitud no tenía justificación y tampoco me podía torturar pensando en que si hubiese hecho las cosas de otra forma, a lo mejor todo hubiera sido diferente. El caso es que le tenía miedo, y sentir eso por una persona a la que has querido es algo realmente desagradable.

La alarma del móvil me sobresaltó a las nueve en punto. A las once me iban a recoger para hacer una promo con Aitana y por la tarde viajaba a Valencia para una firma, así que necesitaba tiempo para prepararlo todo. Me desperté en el filo de la cama y al darme la vuelta comprobé que Mimi ya no estaba. Reconozco que el corazón me dio un vuelco. Era precioso despertarme con ella, pero las mañanas habían traído siempre una luz de "cordura" tan pesada que había derrotado, en ocasiones, a lo que sentíamos. De nuevo tuve miedo de sus miedos.

No me atreví a comprobar si estaba en el piso o había salido y me quedé en la habitación vistiéndome y haciendo la maleta. Después de más de media hora salí de allí convencida de que no estaba en casa, no había escuchado ni un ruido en todo ese rato y ella no paraba nunca quieta, así que era imposible que andara por allí. Después de mirar el móvil y comprobar si me había escrito algo, me preparé el desayuno y me senté en la mesa de la cocina. Pude quedarme fácilmente cinco minutos mirando las tostadas fijamente. No sabía si escribirle para preguntarle dónde estaba o iba a ser una actitud un poco agobiante para ella. La libertad era un valor que llevaba siempre por bandera y yo creía peligroso traspasar el límite de la suya.

Casi estaba terminando de desayunar cuando escuché la puerta. Solté la tostada en el plato y la esperé impaciente. Apareció en la cocina cargada de bolsas y con un moño de estar por casa que le quedaba increíble. 

- Buenos días - le dije alegre y dándole una palmada en el trasero mientras me levantaba a ayudarle - podías haberme avisado para ir a ayudarte

- Me dio pena despertarte - estaba concentrada guardando las cosas y casi no me dirigió la mirada - además, no quería bajar tan tarde a comprar, quiero hacer todo lo que tengo que hacer durante la mañana y dejar el piso decente antes de esta tarde 

- Bueno... - me abracé a ella por la espalda - pero un beso al menos tienes tiempo de darme ¿no? - le reclamé 

Se giró hacia mi y me dio un par de besos cortos pero intensos. Luego acarició mis mejillas mientras tenía sus ojos clavados en los míos. No podía evitar ver algo de tristeza en aquel verde de su mirada y le dediqué una sonrisa para procurar hacerle ver que todo estaba bien.

La revolución.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora