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Arrugué el papel y lo tiré lejos para no caer en tentaciones de volver a mirarlo y pensar mucho en lo que acababa de leer. El alcohol, aún dueño de mis neuronas, y la tristeza al sentir el vacío en mi cama, podían haberme hecho actuar impulsivamente y no me gustaba tener que arrepentirme de las cosas que hacía de forma involuntaria. Me acosté de nuevo y las lágrimas me empezaron a caer rotundas por las mejillas.

Yo tampoco entendía ya la vida sin ella, pero tenía que aprender a hacerlo y ella también. Me daba miedo pensar que tenía esperanzas suficientes puestas en nuestra reconciliación y temía hacerle más daño de la cuenta. No quería que se arrastrara por mí, en aquel momento sólo la quería lejos durante un tiempo y si no era mucho pedir, recuperar su amistad cuando todo estuviese curado. 

Tenía que hablar con ella y aclararle las cosas, no quería que viviera ilusionada. Pero también es cierto que yo soy un poco veleta y no mantengo mis decisiones durante mucho tiempo, así que lo lógico era esperar unos días para aclararme del todo.

Logré dormir unas horas y me desperté con una sensación rara. Al abrir los ojos comprobé mentalmente que no había tenido una pesadilla y que todo había sido jodidamente real, además se me vino a la mente que esa sensación la había vivido hacía bastante poco y me estaba empezando a hartar de que todo me saliese siempre mal.

Me levanté a desayunar con toda la desgana del mundo y sin ninguna motivación porque, para colmo, ese día no tenía nada que hacer y tenía pinta que iba a ser bastante largo y aburrido, sin duda lo mejor para no pensar...

No había terminado de comerme la tostada cuando escuché el timbre. El corazón se me paró por un instante. No esperaba a nadie y la primera persona que se me vino a la mente fue Mimi, pero ella tenía llaves y tampoco tenía mucho sentido que llamase al timbre, claro que... entrar sin avisar después de que yo la echara de casa...

Todo aquello se me pasó por la cabeza de camino a la puerta. Pero cuando abrí, una sonrisa enorme se me dibujó al instante y se me olvidó todo lo malo.

- ¡Hola mi niña!

- ¡Papi! - me enganché a él como un auténtico mono, hacía demasiado tiempo que no le veía 

- Que me vas a romper chiquitina... que tu padre ya tiene una edad aunque no la aparente - dijo altanero mirándose al espejo de la entrada y tocando su tripa 

- ¿Te estás cuidando eh? - le dije mientras nos dirigíamos al salón - estás muy guapo...

- Ya lo sé ¿a quién te crees que has salido tú?

Reí fuerte y suspiré agradecida de que hubiese aparecido justo en ese momento, mi padre era mi salvador y el hombre de mi vida, y siempre, siempre me ponía de buen humor.

Nos sentamos en el sofá y le ofrecí un café que aceptó sin pensarlo.

- Bueno y... - le puse el café encima de la mesa - ¿qué haces aquí? ¿no estabas de vacaciones con tus amigos?

- Si, y esta noche cogemos el vuelo de vuelta, pero Ramón propuso pasar por Madrid para ver a su hijo y a mi, como comprenderás, me pareció una idea estupenda - acarició mi cara y la levantó un poco para observarme - ¿Estás bien?

- Sí - miré la bolsa que traía para cambiar de tema - ¿Me has traído un regalo?

- Bueno, en realidad... No es para tí - sonrió

- ¿Ah no? - pregunté insinuante - ¿Te has echado alguna amiga?

- No, no... - rió - es para tu chica, que como me contaste que fue su cumpleaños hace poco... - miró al pasillo - ¿No está?

La revolución.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora