El alma llena de empeño

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Parece que el tiempo se quedó parado durante unos segundos porque nadie logró reaccionar. Mario se recompuso y se incorporó con la mano en la cara. Mimi se dispuso a salir de la sala y él la alcanzó agarrándola violentamente del brazo.

- ¡Suéltala! - le grité forcejeando con él

Uno de los hombres que se encontraba allí le agarró para que se tranquilizara pero antes le dio tiempo a empujarme a mi de tal forma que acabé estampada contra una pared. Me senté en el suelo del dolor. Sentía que el brazo se me había partido en mil trozos.
Mimi se acercó a mí asustada.

- Ana... ¿Estás bien? - dijo temblorosa

- No, joder... ¡Mi hombro! - empecé a llorar - me lo he tenido que romper

- Vale, tranquila mi vida... ahora vamos a que te lo vean - me acarició la cabeza para tranquilizarme

Mientras estaba retorciéndome del dolor escuchaba mucho jaleo en el pasillo. Supuse que seguían intentando tranquilizar a Mario. No sé qué le estaba pasando, él no había sido nunca así de violento.
Alberto se acercó a mí preocupado y tras explicarle mi dolor se ofreció a llevarnos al hospital.

Por suerte me atendieron muy rápido gracias al seguro que me habían contratado los de universal. Estaba esperando una radiografía un poco aturdida ya que me habían pinchado un par de calmantes y tenía mi cabeza echada en el hombro de Mimi qué no había articulado palabra en todo el rato.

- Menos mal que solo es el hombro dislocado - suspiré - imagínate que ahora tengo que estar tres meses con el brazo escayolado y de gira... madre mía - la miré y seguía callada mirando a la nada - ¿Estás bien amor?

- Sí - me besó la frente y pasó su brazo con cuidado por encima mi hombro para abrazarme - ya sabes que estoy un poco empanada y a veces no reacciono - rió

Sabía que no estaba bien. Algo pasaba por esa cabecita y no era nada bueno. La notaba tensa y me miraba con lástima. No quería que sus miedos volvieran a florecer pero la situación que habíamos vivido esa tarde sabía que iba a traer consecuencias. Habíamos estado tan bien esos días que la idea de volver a perderla me aterrorizaba.

Después de una media hora más en el médico me dejaron irme a casa con un cabestrillo. Fuimos a recoger unas cosas a mi apartamento y llegamos a casa de Mimi bien entrada la madrugada.
Entramos y me ayudó a quitarme el abrigo, en cuanto lo hizo me abracé a ella con el único brazo que tenía disponible y le empecé a besar el cuello.

- ¿Sabes lo que me apetece? - le susurré con cara de pilla - una ducha como la que nos dimos el otro día

Ella no dijo ni una palabra, me sonrió y me agarró de la mano dirigiéndome al baño. Una vez allí me acarició las mejillas y me miró con los ojos brillantes.
Encendió el grifo para que la bañera se llenara sola y comenzó a desnudarme con tal delicadeza que en ocasiones cerré los ojos y suspiré de gusto. Cada vez que arrojaba una prenda de ropa al suelo continuaba con caricias hasta la siguiente. No tenía prisa, ni ansia, solo quería conseguir que me relajara después de tanta tensión. Y lo consiguió, vaya si lo consiguió.
Quedamos las dos desnudas frente a frente y su reacción fue abrazarme fuerte, tanto que parecía que no lo iba a hacer nunca más. Mientras, podía escuchar como el agua chocaba con la espuma que ya se había formado en la bañera. Me encantaba ese estado de paz que se creaba siempre que estaba con ella.

Se metió en la bañera y me encantó ver cómo la espuma le llegaba al cuello. Yo me colé entre sus piernas y me senté de espaldas a ella. Eché mi cabeza en su pecho mientras besaba mis mejillas repetidamente. Sus manos estaban acariciando mi vientre y las mías recorriendo sus piernas. No necesitábamos nada más, la situación era tan placentera que estuve apunto de quedarme dormida. Pero de repente me sobresalté al notar su mano traspasando la frontera de mi vientre. Comenzó a besarme el cuello dándome en ocasiones pequeños bocados y acarició mi entrepierna hasta introducir sus dedos en ella. Di un respingo al sentir como el agua se introducía en mí a la misma vez que ella. Movió su mano suavemente presionando en el punto que sabía que me volvía loca y me llevó de nuevo a tocar el cielo.

La revolución.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora