Pedir ayuda

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- ¿Mario? - pregunté para asegurarme

- Sí...

- ¿Qué coño quieres? - le pregunte en voz baja evitando que Ricky escuchara la conversación, sabía que estaba despierto porque se escuchaban ruidos desde hacía un rato - te voy a colgar...

- No, no, Ana por favor - me pidió muy insistente - solo quería pedirte que nos viéramos antes del juicio de mañana para hablar de algunas cosas con mi abogado

- Yo no tengo nada que hablar contigo ni con nadie, déjame en paz...

- Ana escúchame. Podemos llegar a un acuerdo para que...

- No, Mario - le interrumpí - te denuncié para que pagaras por lo que me hiciste no para llegar a acuerdos y que te salgas con la tuya

- Joder, Ana, sabes que han cambiado la ley en el tema de violaciones ¿verdad? Me pueden caer muchos años, ten un poco de piedad... - estaba casi en tono de súplica - te puedes llevar tú indemnización si contamos lo mismo y yo pagaré una buena multa y...

- Yo no necesito indemnizaciones ni mierdas, necesito que pagues por lo que hiciste. Y voy a tener contigo la misma piedad que tuviste tú conmigo aquella noche, ninguna... - sentencié

- Ana, pero...

- Adiós Mario

Le volví a interrumpir y colgué.

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- ¡Ana! - escuché la voz ronca de Ricky desde el otro lado del piso - ¡el desayuno! No te hagas la remolona en la cama que te he escuchado...

- ¡Voy!

Tenía miedo, no lo negaré. La llamada de Mario hizo que se me agarrara un nudo en la garganta muy desagradable, tanto que volvió a mí esa sensación de mareo cuando la ansiedad me acechaba.

Respiré hondo y fui hacia la cocina dispuesta a devorar el desayuno que había preparado Ricky a pesar de tener el estómago cerrado. Lo necesitaba para recobrar la estabilidad que el mareo me había arrebatado.

Pero sin duda lo mejor sería compartir conversación mañanera con él, estaba segura de que me haría reír y se me olvidaría un poco lo mal que había empezado el día.

- Buenos días belleza - dijo con efusividad y besó mi frente - he hecho un poco de todo que hay una resaca que superar...

- Joder - dije recogiendome el pelo y recorriendo con la mirada toda la mesa - igual te has pasado ¿no?

Él me miró esta vez con atención.

- Uy, que cara... cómo se nota que has dormido sola

- ¡Ricky! - reí y palmeé su brazo

Me senté en la mesa y me dejé servir el desayuno por una vez.

- Ummm que pinta - miré las tostadas con deseo y me froté las manos - ¿Porqué no vienes todas las mañanas a prepararme el desayuno?

La revolución.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora