Capítulo 15. Un secreto.

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Lenox  

Presente

Embono el último de los broches de mi pequeño arnés en la pierna, donde ahora guardaba una pequeña revolver. Me había desprendido de toda arma cuando fui llevada por los soldados a su base, por lo que ahora estaba dando los toques finales a mi cargamento. Era fácil solo lanzar rayos a cualquiera que se nos acercara, pero un arma era mi seguro en caso de que ocurriera algo fuera de mis límites.

Enfoco mi atención en lo que pasa dentro del camión, llevábamos conduciendo un par de horas, la carretera aún lucia desamparada al encontrarse desierta y sin luz alguna. Tenía sueño pero me era imposible dormir, en cambio mis amigos no lidiaban con esa imposibilidad. Solo los amigos de Evan se hallaban despiertos al frente del autobús.

Me remuevo lejos de Lealtad y me pongo de pie, me agarro del pasamano y ando hacia adelante. Cuando llego hasta la banca detrás del conductor tomo mi lugar alado de Carlson.

Coronel me mira por el retrovisor y Carlson se remueve nerviosa por mi presencia.

—Despertaste —murmura ella decidiendo al fin hablar.

—No he dormido —contesto. Luego noto mi error, yo estaba siendo fría—. ¿Tú no tienes sueño?

—No realmente. —Me da una sonrisa apretada, y falsa. ¿Cómo no lo note antes?

—Eres una chica muy lista.

Su rostro se calienta cuando gira de inmediato a enfrentarme.

—¿De qué hablas? —cuestiona con una voz delgada. Giro a verla directo a los ojos.

—Hacerle creer a los demás que eres dulce y estúpida —susurro, luego vuelco mi atención de vuelta al camino—. Dime, ¿qué ocurrió con tu familia?

Ella se sorprende por la pregunta.

—Vivo... vivía en un departamento en la ciudad. Cuando Evan fue por mí ellos ya no estaban allí, él dijo que tal vez ellos salieron y seguían aquí.

¿Qué Evan había dicho que? Incluso para él con su usual humor, eso era de locos. Ella parece reparar en mi expresión.

—No los extrañare demasiado, no te preocupes.

—Pero es tu familia. Todos aquí de alguna forma u otra, quieren a su familia.

—No podría decir lo mismo —musita. A continuación descubre su hombro y me enseña marcas en él. ¿Qué eran? Entrecierro mis ojos y mi rostro queda en blanco cuando lo descifro, quemaduras de cigarrillos—. Mi madre murió hace unos años por lo que me enviaron con tíos lejanos. Digamos que no les gustaba mucho mi presencia.

En sus ojos no logro encontrar nada que dicte su verdadero pensar. Así que por eso ella había tratado de pasar desapercibida, al hacerse invisible con su pequeña voz y su dulzura.

—Lo siento —Ella parece aceptar mi intromisión y sacude su cabeza—. Sabes, mi brazo está doliendo de nuevo. Habías mencionado que sabias algo de enfermería, ¿puedes buscar el kit medico?

—Claro. —Con eso sale hacia atrás.

Pongo mi atención en el ex soldado, quien parece no estar de acuerdo cuando nos encontramos a solas.

—Rodd y Rene, ¿eras parte del escuadrón de su padre? —Él aprieta su mandíbula mientras asiente—. ¿Fue uno de ellos a los que salvaste?

—Sí. A Rene —responde suspirando—. Yo los odiaba. No tenían piedad para nadie, así que termine en malos términos con el general, su padre. Por lo que me conmociono verlos.

Prisioneros del truenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora