Capítulo 11. El creador de estrellas.

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Lenox 

 Presente

Después de ducharme me envuelvo en una toalla que encuentro apilada en unos estantes viejos de madera, y como no quiero volver a ponerme la misma ropa sucia, salgo del mismo modo del cuarto de baño. Al salir me encuentro en la habitación a Brooke sentada en la cama, con ropa distinta a la que traía más temprano este día y con el cabello mojado envuelto en una toalla.

—Te traje ropa —dice, extendiendo un par de jeans en conjunto con una blusa rosa delgada y de manga larga. Sin cuello. Bien. Tenía que superarlo.

—Gracias Brooks —agradezco y me encamino de nuevo al baño para cambiarme.

—Tengo algo más para ti —dice deteniéndome.

Cuando volteo, tiene su mano derecha cerrada en un puño frente a ella. Frunzo el ceño y extiendo mi mano bajo su puño, así que ella lo abre dejando caer un objeto. Parpadeo un par de veces y luego lo analizo con mis manos. Es una gargantilla negra de listón, y colgando al final tiene una pequeña gota de diamante. Levanto la mirada del peculiar collar a ella. Debió de haberlo empacado de vuelta en su casa.

—¿Por qué? —Es todo lo que puedo articular.

—Por que vi tu marca. —Señala mi cuello con su dedo índice—. Empaque cosas innecesarias. Esta es una de ellas, y como note que quieres ocultar tu cicatriz...

—Solo tú pensarías en estas cosas. —Rio mientras me coloco el collar y lo abrocho en mi cuello.

Me giro al baño y entro para vestirme enseguida y salgo nuevamente.

—Traje todos mis lentes de contacto también, ¿sabes cómo de incomodos son los lentes normales?

—¿Por qué tu no estas molesta conmigo? Es decir, tu hermano está molesto porque no lo he tratado del todo bien desde que dejamos la ciudad, y Dion... bueno, Dion es Dion, siempre bipolar.

—No lo sé... siento que eres igual a mí. —La voz de Brooke se convierte en susurros.

¿Igual a ella? No comprendí en ese segundo que a lo que Brooke se refería es que yo mentía al igual que ella. Éramos más parecidas de lo que creía. Las dos le hacíamos ver al mundo una personalidad pero nuestros interiores eran distintos.

—Ya veo...

—¿Es porque soy vana y superficial? A lo que me refiero es... ¿es eso por lo que estoy aquí? Sin un perdón —murmura hacia mí. Ojala yo tuviera todas las respuestas.

—Eso es lo que deduje cuando te conocí —contesto con la honestidad más pura. Luego me encojo de hombros—. Pero no lo tengo por seguro. Nunca nos informaron acerca del porque nuestras almas no tenían el perdón.

Brooke escucha cada palabra que digo y algo cambia en ella. Pasa de estar seria a ser la Brooke de siempre.

—Por cierto... sé que mentiste.

—¿A qué te refieres?

—¿Mis padres? ¿Salvados? —cuestiona con una de sus cejas levantada. Da una risa amarga que me hace separar mis labios en real sorpresa.

—¿Cómo lo supiste?

—Mis padres no eran buenas personas, y lo sabes. En fin. Papá nos trataba mal todo el tiempo y nos obligaba a cazar animales con él, yo era buena, pero Bowie... no era muy bueno en ello por lo que se ganaba su odio. —Vuelve su vista a la ventana. Esta historia ya me la ha contado—. Creo que Bowie lo prefería de esa manera... para protegerme. Y mamá siempre fue indiferente a todo, pero independientemente de eso Bowie la amaba. Así que será mejor no decirle por el momento.

Prisioneros del truenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora