Capítulo 14. Me quedaría la eternidad.

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Sastian 

 Pasado

Transcurren al menos cuatro días después de todo lo que había ocurrido en mi primera batalla. Me había lamentado por lo que había ocurrido. No respondí cuando Lenox vino, ni cuando Evan, ni cuando Lilith, ni cuando inclusive Anya había tomado su turno para insistir. No quería saber nada de nadie. Después del segundo día, todos comprendieron que era mejor dejarme solo.

Había esquivado las clases, y supongo que Lilith se auto compadecía de mí lo suficiente para permitirlo. Tampoco acudía al Kosmos, solo aparecían bandejas de comida frente a mi puerta a las horas necesarias, no quise suponer quien lo estaba haciendo.

Justo ahora la noche invadía la habitación, y con la ventana abierta el aire de la madrugada movía las cortinas y eso me relajaba.

De pronto un ruido hace que me levante de golpe. Me pongo de pie y analizo la habitación, frunzo la boca, era estupendo, ahora iba a alucinar ruidos también.

Otro ruido me sorprende de nuevo y esta vez me giro instantáneamente hacia él, en dirección hacia la ventana. Otro más se oye y ahora soy espectador cuando una pequeña piedra resuena contra el vidrio de mi ventana. Me encamino hacia esta y atisbo a Lenox allí abajo, envuelta en una sudadera con capucha, sonriéndome.

—¿Qué estás haciendo? —susurro.

Con un ademan de manos me indica que baje y la acompañe en dirección al Kosmos, yo niego. No tenía ánimos de salir, o de hablar... o de nada.

—¿Quieres que te electrocute? —dice tratando de hablar en voz baja.

Si no hacia lo que quería era probable que cumpliera su promesa. Así que obedecí yendo escaleras hacia abajo con tan solo mi pijama y mis botas. Llego a Lenox y ella me mira de arriba abajo riendo, toma mi mano y sale corriendo, jalándome con ella calle arriba.

No digo nada. No cuando esto parece salido de un sueño, con nosotros corriendo por las calles vacías, tomados de la mano, con su cabello envolviendo parte de mi cara y con mi el mío revoloteando en el aire. Yo podría haber vivido así durante mil décadas.

En la plaza principal solo me indica que haga silencio con su dedo índice posicionado en el centro de sus labios. Me quedo hipnotizado por la acción. Se aleja de mí y me entra un recuerdo cuando Alekhya entra también en mi visión, me saluda a lo lejos mientras sonríe con timidez. Abro mis ojos en sorpresa al comprender lo que harán.

Al instante una gota cae sobre mi mejilla desde el cielo, la toco con mi mano y luego la observo. Levanto la vista cuando el repiquetear de la lluvia me envuelve, extiendo los brazos a los lados y mantengo mi cabeza hacia arriba con los ojos cerrados, y de pronto estaba viviendo. Este era mi nacimiento, mi verdadero nacer.

Había vivido estos meses encerrándome en mis fracasos. No debía vivir en la tristeza de no poder controlar algo, eso era autocompasión, y yo iba a luchar por mí a partir de hoy.

Enseguida truenos acompañan al sonido del aguacero, abro mis ojos para observar a Lenox moverlos con sus manos. Los relámpagos iluminan mi cara y el sonido de los truenos aparentan ser una alarma, una para despertar de mis tragedias.

El agua escurre sobre mi piel mientras Lenox se acerca a mí, ella está sonriendo, su cara esta empapada y aun así sus ojos se las apañan para brillar bajo la lluvia.

—Gracias, Poema.

Con su vista en mis labios puedo saber lo que dije. Ella me mira fijamente antes de cerrar los ojos. Extiende sus brazos a los lados y levanta su rostro para así encontrarse con la lluvia, como lo había hecho yo. Luego comienza a girar despacio, para asegurarse de no perderse de ni una gota. Hago lo mismo y esto hace que me olvide de los problemas, mi cabeza solo se centra en el sonido de las gotas golpeando mi piel.

Prisioneros del truenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora