Capítulo 27. La era del sol y la luna.

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Lenox 

 Presente

Se cuenta que al principio de las eras la tierra estaba dividida en dos partes, una mitad regida por el sol, y la otra regida por la luna. La mitad regida por el sol era gobernada por un hombre cuyo nombre verdadero se desconoce hasta el día de hoy. Él era un ser al que todos temían, se decía que los ojos de este eran tan fríos que te hacía creer que tu alma se había congelado en el proceso de observarlo, y que su alma irradiaba cual fuego, que los aldeanos le apodaron ''El Fénix''. El que renace de las cenizas, que gobernaba y protegía a la región del sol, tenía poderes sobrenaturales dados por el mismísimo Dios del Sol. Se decía que el día que decidió proteger a la región de la luz, el Dios solar le obsequio el poder de crear tornados de arena para proteger su legado, y esto le hacía letal.

En esta mitad jamás anochecía, solo brillaba la luz del sol durante cada hora de cada día. Todos los humanos vivían en esta parte del mundo porque así estarían seguros de la parte que ellos creían era la parte salvaje del planeta. Pero aun así había muchos humanos curiosos y ambiciosos que querían apoderarse de la otra mitad del mundo.

Por otra parte, la mitad de la luna no era gobernada por nadie pero si protegida por alguien. Se decía que había una joven humana que había huido al territorio de la luna tras detestar la codicia y la poca libertad que tenía en las tierras del sol alrededor de los humanos.

El mundo sabía que la tierra opuesta era custodiada por leones de la noche, que rugían alabando a la luna a cada hora de la oscuridad en la que vivían, y que estos eran feroces. Los leones acogieron a la humana y le dieron amor y comprensión incondicional, pero a cambio pedirían protección, así puesto la humana se convirtió en la protectora del reino de la luna. El día que se proclamó servidora de la luna, está misma le obsequio el regalo de ser capaz de controlar el sonido de los truenos, el resplandor dé los relámpagos y la electricidad de los rayos.

Pasó un tiempo antes de que el Fénix del tornado escuchara que su gente exigía apoderarse de la mitad de la luna, y cuando por fin presto atención a los pedidos, emprendió su camino a tomarla por su cuenta para entregárselas a sus seguidores.

Y entonces días después de que el gobernante del Sol hubiere dicho a su pueblo que volvería con las llaves del reino de la luna, este arribo a su destino. Cruzó por un jardín de gardenias, también por montañas rocosas, se abrió paso en cielo abierto, atravesó con sagacidad la descomunal corriente de un agresivo rio, y finalmente llego al puente que conectaba a los dos reinos y vio el atardecer en medio de las dos tierras. Al poner un pie dentro de aquel desconocido lugar, recorrió la amplia jungla de la que había escuchado se extendía en gran parte de las tierras de la oscuridad, y con la sola luz de la luna iluminando su camino, se sintió extrañado. Era raro pensó, jamás se había sentido tan relajado.

Cuando se acercó a una de las costas, escuchó y vio a lo lejos como alguien cantaba y bailaba alrededor de lo que parecían leones descansando en la arena. ¿Una humana? El Fénix se acercó poco a poco tratando de ocultarse detrás de los grandes árboles que decoraban aquel lugar, y entonces la vio verdaderamente. Posó sus ojos en ella y observó al ser más hermoso que jamás se había imaginado encontrar en este lugar. Con piel brillante que le recordaba al rojo terciopelo, con cabello tan claro, largo y ligero, que con cada pequeña ventisca se movía de un lugar a otro. Y cuando se aproximó más, divisó algo en su rostro, él no podía creer que esa chica... tenía los ojos como los de un león, dorados como el sol mismo.

El hombre hizo un movimiento en falso al quedar impresionado con tal esplendor al pisar una rama, cayó al piso en su espalda y entonces todos los leones despertaron y gruñeron a su alrededor mientras que lo acorralaban. Uno de los felinos destacaba entre todos, era una pantera con ojos feroces la que le pisaba el pecho amenazante, con los colmillos reluciendo. Escuchó los pasos de lo que debió haber sido la humana y cuando levanto su vista, a sus pies estaba de pie aquella criatura de ojos dorados y piel radiante. Se asustó al comprender que si está era la protectora del territorio nocturno debía tener algún poder como él. Ella le tendió su mano y le ayudó a ponerse de pie mientras que la pantera y los leones se apartaban con su comando. La humana de la oscuridad le cuestiono su visita y él recurrió a la mentira, y le contó de su nueva adversidad en contra de los humanos de la tierra del sol, ella le creyó y decidió acogerlo en su hogar.

Prisioneros del truenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora