Capítulo 28. El Solemne.

73 12 6
                                    

Sastian

Pasado

Me estoy calzando las botas en este momento, mis dedos tiemblan al cruzar las agujetas para formar un nudo, justo cómo se siente mi garganta, como un nudo áspero. Me pongo de pie para verme frente al espejo. Vestía lo que todos mis hermanos usarían el día de hoy, pantalones negros, en conjunto con una camisa negra suelta que parecía más bien abrigo de piel a excepción de los bordados, que eran pequeñas hojas verdes, y los usuales botines oscuros. Me sentía sofocado. En cambio, mis hermanas usarían vestidos negros, con los mismos bordados de hojas pero tal vez ellas se sentirían menos asfixiadas. ¿Lo peor de todo? Una capa que todos estrictamente estaban obligados a usar, esta llegaba a ras del suelo, era de un color morado oscuro y sobresalía un pequeño doblez por encima de esta, sin contar la capucha puntiaguda que colgaba por detrás.

Los ángeles mayores se habían decidido en vestirnos de negro, por nuestro luto, debido a la muerte de nuestra ciudad Zafiro, ya que marchándonos esta quedaría olvidada. Luego, solo los que elegirían al cielo se quedarían aquí por un par de semanas antes de partir, y nosotros, los que tomaríamos al infierno, iríamos a este mismo. Por otra parte, las capas moradas indicaban el sentimiento de la esperanza en nuestra nueva casa. De allí habían salido los dos colores.

¿Cuántas veces me había preguntado a lo largo de estos quince años como sería el llegar a este día? Incontables eran las veces. No sabía cómo sentirme. Tal vez triste porque dejaba atrás a algunos de mis hermanos... pero feliz porque Lenox iría conmigo.

A lo largo de los años la había amado cada día más. Habíamos pasado por altos y bajos, pero lográbamos salir adelante peleando por nuestra amistad. Aunque tenía dificultades aún al controlarme, el estar a su lado me hacía sentir liviano, como si no importara que en unos años partiríamos a la guerra, porque nos teníamos el uno al otro. Y con eso yo ya tenía ganado el mundo. La había notado nerviosa estas últimas semanas, me figuraba que ir en contra de la profecía tenía a su mente hecha una catástrofe. Y sus nervios empeoraron cuando nos dieron la noticia de que durante la ceremonia yo iría primero y ella al último. ¿Era una trampa? no lo sabía, pero aunque lo fuera, nada impediría nuestra decisión. Nada.

Exhalo mientras mis labios tiemblan. Por lo que sabía hoy dejaría ir a Evan, y aunque me partía el alma, comprendía porque su decisión yacía en el cielo. Y lo que más dolía era que algún día, tal vez, tendría que asesinarlo.

Él y Lenox no se habían hecho cercanos a lo largo de estos años, ya que eran polos opuestos, más sin embargo sabía que había algo dentro de ella que le estaría eternamente agradecida por su benevolencia. Solo habían aprendido a soportarse e ignorarse porque yo pasaba la mayor parte de mis rutinas con los dos, pero por ende, Lenox se sentía algo afligida porque yo lo iba a perder. Hoy no era un día fácil.

Me encamino hasta el ropero, saco la endemoniada capa morada y frunzo la nariz. Tenía que admitir que no era tan horrible como me lo pensaba, creo que la odiaba en el fondo porque significa cambios en mi existencia. Me la coloco frente al espejo mientras le amarro correctamente con los cordones delanteros, y al instante termino. Al fin. Había llegado la hora de la verdad.

Observo la ciudad por última vez. Zafiro se teñía de morado con nosotros cubriendo las calles. En la calle, mis hermanos se despedían los unos a los otros, algunos con lágrimas, otros con sonrisas y promesas. Supongo que esta era la despedida final que tendrían realmente. Nunca habíamos sido niños, pero este era mi hogar de alguna extraña forma u otra. Aquí reí, llore, y me enfurecí, incontables veces. Caminar del Kosmos a clases, de clases al dormitorio, del dormitorio al lago. Esa fue mi rutina.

Prisioneros del truenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora