Capítulo 12. El verdadero Miedo.

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Sastian 

 Pasado

Transcurrieron al menos dos semanas sin que nuestra madre apareciera por ningún lugar. Habíamos reanudado las clases y había rumores de que el cielo estaba desesperado y que tarde o temprano comenzaría las batallas. Con o sin ella.

Traté de alejar en ese tiempo todo lo que había ocurrido en mi pesadilla, ese día Lenox despertó y me había preguntado que iba mal, no le dije nada, volvimos en silencio hasta nuestros respectivos edificios. Los días que le siguieron eran rutinarios, escuela, comidas, a excepción de después de las cenas, cuando Lenox y yo íbamos al lago y veíamos las estrellas al conversar cosas sin importancia. Evan me había preguntado por Odell pero trate de verme lo más inocente posible cuando le dije que no sabía nada de él.

Mi mente estaba agotada pero estas dos semanas sin Lilith habían sido de utilidad para olvidarme de todo. Lenox siquiera había mencionado la ayuda que había prometido darme para controlar a mi demonio, y yo estaba más que agradecido de ello. No quería saber nada por el momento de aquello.

En estos momentos, estaba removiéndome en mi asiento por lo incomodo que era, dentro del salón de clase. Esta era la clase que tenía con Evan y con Anya, pero esta última no se hallaba por ningún lugar salvo por Lealtad que estaba cruzando el marco de la puerta.

—Voy a parecer una perra chismosa, pero acabo de ver a nuestra amada madre allá afuera. —dice a saludo mientras se sienta delante de mí sin quitarme la mirada.

—¿Cuándo volvió? —pregunto. Evan se encoje de hombros.

—Eso significa que las batallas están a la vuelta de la esquina. Quizás lo hagan hoy mismo.

Evan había pasado al siguiente nivel, a lo que me conto, por lo que estaba emocionado de poder empezar con las batallas mano a mano.

Y en cuanto a lo de comenzar hoy, no tenía duda de aquello. Pero yo solo estaba pensando en correr precipitadamente hacia Lilith para cuestionarle acerca de Odell.

—Luces extraño esto días —comenta aburrido.

—¿En serio? —digo con falso desinterés.

—Tal vez pasar demasiado tiempo con Chispita está haciéndote igual de aburrido que ella —suelta, negando con la cabeza.

—Tal vez eso solo sucede porque paso tiempo contigo. —Una carcajada sale de mí.

—Me lastimas, maldito. —Finge dolor.

Evan era sin embargo, una buena distracción. No se tomaba las cosas en serio y hubiera dado lo que fuera para encontrarme en sus zapatos al menos cinco minutos de mi existencia. Una vida en total control.

—Tú ni siquiera conoces a Lenox.

—Ni quisiera. No me malinterpretes, no la detesto como a Anya. —Resopla—. Pero su personalidad es algo... peculiar.

—Sé que no te agrada, lo note cuando quisiste culparla de lastimarte.

—Pensé que olvidabas las cosas rápido, deberías tomar terapia para descendientes rencorosos. —Ambos reímos.

—¿Cómo puedes estar feliz todo el tiempo, Evs? —digo, aun con rastros de risa silenciosa.

Me arrepiento en cuanto cambia su semblante. Mientras ladea la cabeza me encuentro con una mirada que nunca había visto en él, una mirada calculadora, pero esta se va tan pronto como lo noto. ¿Qué había sido eso?

Prisioneros del truenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora