Maravilloso, suculento y tan necesario baño. Espero a que se llene tanto como me gustaría y me comienzo a introducir en la bañera, permitiendo que el calor que desprende se introduzca en mi congelado cuerpo.
Tirito sin querer justo antes de meterme entera. Podría jurar que no sabía que tenía tanto frío hasta ahora mismo. ¡Realmente estaba congelada!
Me giro hacia atrás y paso la vista por los geles. La verdad es que no tiene muchos: uno de un tono rosa, que estoy más que segura que tiene que ser de Valentina —rosa, como no—, y uno de Nivea que capta toda mi atención. Es un bote mucho más pequeño, de un tono azul. Me hago con él y tan pronto lo abro siento un fuerte torbellino dentro de mí. Tengo que decir que soy muy hombre para muchas cosas: no me gusta el rosa, me encanta todo aquello que ruge cuando lo enciendes, y tengo cierta fijación con las colonias masculinas —aunque no las uso, obvio—.
Me relajo hacia atrás, dejando la mente totalmente en blanco, algo que pensé que no conseguiría ni en veinte vidas. Me dejo llevar por una canción que suena bajita desde el salón, no la reconozco pero me gusta. Es suave y relajante.
De un momento a otro escucho un pequeño golpeteo en la puerta, lo que me obliga a salir de esa burbuja en la que estaba embutida en ese mismo momento.
—Ya tengo tu té listo. —Escucho la voz de Cristian desde fuera.
Lanzo un fuerte suspiro, supongo que mi tiempo se ha terminado.
«Bañera hermosa, estoy encantada de haberte conocido» pienso, sintiendo como con cada pequeño movimiento que hago alejándome de la tibieza de su agua un pedazo de mi alma se queda con ella.
Me seco con rapidez y me pongo la ropa que Cristian me había dejado encima de una pequeña mesa.
Lo cierto es que no soy una persona que se fije demasiado en los detalles, tal vez sea por lo que ya he comentado antes de que soy muy hombre para muchas cosas, pero el baño es realmente espectacular: amplio, con una bañera para compartir libremente, y un gran espejo en el que te podrías hacer las mil y una fotos típicas de Beka en Instagram. Puedo asegurar que es la primera vez que me fijo en él en los cinco años que llevo viniendo. Es muy triste.
—¿Qué tal el baño? —me pregunta sonriente tan pronto entro por la puerta del salón.
Si yo te contara, querido amigo. Me casaría con tu bañera ahora mismo. Me limito a devolverle la sonrisa y sentarme en mi lado preferido de su sofá con rapidez. Como respuesta me gano una mirada autoritaria de su parte. Vale, lo admito: es mi lado favorito única y exclusivamente porque sé que es el suyo. Pero es tan bueno que aunque me mire mal, siempre me lo permite.
—Sé que llevo un tiempo algo desaparecido —dice sin más, ofreciéndome una de las dos tazas que dejó sobre la mesa—, entre lo de Valentina y el trabajo no doy para más.
Le dedico un gesto algo inexpresivo. Realmente cree que pienso reclamarle algo. Nada más lejos de la realidad.
Me llevo la taza de té a los labios y, sin pensar, le doy un pequeño trago.
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No importa que llueva
ChickLit«Seamos amigos» recuerdo sus palabras a los cinco años y sí, en ese momento comenzó nuestra tonta relación infantil, que con los años solo se fue perfeccionando. Juntos para todo, inseparables. En eso nos terminamos convirtiendo. Por mucho que lo...