Llego tarde, llego muy tarde. Apresuro el paso todo lo que puedo, aunque los tacones tampoco me dan para mucho más.
Ni siquiera sé qué pensé esta tarde cuando me dije: «oye, Andrea, ¿qué te parece si te pones unos tacones que te maten los pies?». Y más cuando me toca patear tres calles para llegar al maldito cine.
Porque claro, no podíamos quedar en un sitio con mejor aparcamiento, no. Tenía que ser aquí.
Bufo. Miro los pies. Intento apresurar el paso. Siento como se me suben los colores.
Ya me imagino la estampa: «¿Es qué no sabes que las nueve son las nueve?». Pero si la culpa no es mía... Saben que soy una impuntual, ¿no? Pues entonces que me digan que quedamos a las ocho, verán como comienzo a llegar a tiempo.
Además, ¿desde cuándo montaron un cine aquí? Madre mía, hace demasiado tiempo que no salgo de casa... debería de darme vergüenza.
La zona es bonita, una de las más concurridas de Santiago durante el día, aunque parece ser que durante la noche no pasa ni una mosca. Sin saber por qué agarro el bolso con fuerza, como si alguien tuviera interés en robarme un lápiz de labios, cuatro tampones y una cartera vieja sin un duro.
Siento una pequeña vibración en el bolsillo. Ya me imagino lo que será, aun así lo busco con rapidez y lo desbloqueo.
«A tu derecha»
Me giro hacia donde me manda, y me quedo mirando como una idiota para la nada. De hecho solo hay una escultura muy fea que es la primera vez que capta mi atención, y anda que no habré pasado veces por aquí. Me siento tentada a acercarme a ver quién fue el escultor listo que pensó que sería buena idea crear algo tan grotesco, pero finalmente me limito a negar con la cabeza.
Vuelvo la vista sobre el teléfono móvil y me fijo en el remitente. Me sorprendo al darme cuenta de que es Javi.
Javier es uno de esos amigos que conservas con los años, aunque no sabes ni por qué. Es de esos colegas a los que no ves jamás, pero siempre tiene un mensajito por tu cumpleaños, e incluso cada año nuevo.
Hace siglos que no lo veo. Tal vez tanto por culpa de Joaquín como por su nuevo novio, que al parecer lo absorbe más de lo necesario.
Le respondo con un simple:
«Te confundiste. Pero espero que algún día me envíes un mensaje a mí si ves que tal, desaparecido»
Añado un emoticono enfadado, aunque sonrío. Niego con la cabeza antes de proseguir con mi camino, cuando una nueva vibración me sorprende. Supongo que me dirá algo así como: «ups, perdón» o tal vez disculpándose por estar ausente, cuando otro mensaje capta mi visión:
«Un poco más hacia atrás»
¿Qué clase de broma es esta? Me quedo paralizada, y me giro muy despacio.
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No importa que llueva
ChickLit«Seamos amigos» recuerdo sus palabras a los cinco años y sí, en ese momento comenzó nuestra tonta relación infantil, que con los años solo se fue perfeccionando. Juntos para todo, inseparables. En eso nos terminamos convirtiendo. Por mucho que lo...