Me miro en el espejo una vez más. Me hago una coleta alta para que parezca que vengo medianamente arreglada, y doy una vuelta sobre mí misma. Me encanta mi nuevo modelito.Cuando Cris propuso tomar una copa antes de volver al hotel, jamás pensé que este sitio estaría tan lleno. ¡Es una maldita locura! Y además de camino al baño le eché el ojo a un tiarrón que le quitaría el hipo a cualquiera. ¡Wow!
Me giro, con la única idea de salir del cuarto de baño, cuando siento que algo se me clava en mi dolorido pie.
Me muerdo la lengua para no pegar un grito de desesperación. Tengo los pies destrozados después de tanto caminar, y encima me gano un pisotón.
—Oh, perdona —me dice la culpable de que me tengan que amputar un dedo.
Claro, ahora perdona. Pero llevo tatuada la maldita marca del tacón en mi dedo gordo del pie. Dibujo una mueca que ni yo misma consigo saber si es amable o no, pero supongo que lo debe de ser ya que me sonríe.
—Me llamo Mireia —se presenta.
Suelto un pequeño resoplido antes de extender mi mano derecha y juntarla con la suya.
—Yo soy Andrea.
Habrá que ser educada, aunque me haya dejado sin un dedo.
—¿No eres de aquí, verdad?
Anda que chica más lista. Eso no creo que lo sepa por mi nombre.
—No, solo estoy de viaje —expongo de mala gana. Solo quiero deshacerme de ella. No sé ni por qué me molesta su presencia.
Me seco las manos tan rápido como puedo y salgo del baño sin despedirme.
Bien, Andrea. Modales a la basura.
Busco con rapidez a Cris con la mirada y no tardo en encontrarlo sentado en un sofá. Sonrío, se me hace rarísimo no verlo con su tan típico traje de abogado sexi.
—Ya pensé que te habías caído por el váter —me dice con guasa. Me muestra el botellín de cerveza y me lo ofrece con un pequeño movimiento.
Le dedico una sonrisa claramente muy fingida y me dejo en el sofá frente a él.
—¿Todo bien?
Tuerzo el gesto. Creo que simplemente estoy agotada.
Le quito importancia con una pequeña sonrisa a la vez que me llevo el botellín a los labios.
—No tenía ni idea de que no eras feliz con el friki —dice sin más, después de un par de minutos de silencio total.
Me quedo patitiesa al escucharlo. ¿Realmente no era feliz con Joaquín? La verdad no sabría decirlo con seguridad. Hasta ayer pensaba que sí.
—Ni yo lo sabía —admito—. Siempre pensé que nuestra relación era normal. ¿Sabes que mi hermano dejó de venir por casa por Samanta? Él dice que es su esposa y que debe de sacrificarse por ella.
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No importa que llueva
ChickLit«Seamos amigos» recuerdo sus palabras a los cinco años y sí, en ese momento comenzó nuestra tonta relación infantil, que con los años solo se fue perfeccionando. Juntos para todo, inseparables. En eso nos terminamos convirtiendo. Por mucho que lo...