25. ¿Por qué siempre tiene razón?

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Apresuro el paso, colocándome una y otra vez el vestido en el sitio adecuado

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Apresuro el paso, colocándome una y otra vez el vestido en el sitio adecuado.

Cuando me dejó Miguel aprendí una sabia lección: lo mejor que puedes hacer delante de tu ex es mostrarle lo que se pierde por gilipollas. Y eso es lo que pienso hacer con Joaquín. Esta belleza ya no es para él, ni un solo milímetro.

Lo observo a lo lejos y siento un pequeño escalofrío. Realmente pensaba que estaría preparada para dar este paso, pero puede que no sea así. Siento como las piernas me tiemblan como si fuera de gelatina.

Joaquín podrá tener millones de defectos, pero el tío está bueno. Con él fue un flechazo a simple vista en una de mis primeras visitas a la biblioteca. Lo vi, clavó su vista en mí, y me eclipsó. Me sonrió, y me derretí. Me habló y... me enamoré. Es el típico chico por el que todas babearían si no fuera tan asquerosamente soso.

Aprecio como se coloca las gafas. Ni esas ridículas lentes hacen que pase desapercibido. Varias chicas se fijan y clavan la vista en su trasero, pero no se acercan. Así como posee una especie de imán por su hermoso físico, hay algo en él que repele. Puede que sea su gesto aburrido, o tal vez una especie de aura extraña. No lo sé. Yo caí rendida con un simple pestañeo a sus pies, ellas parecen más inteligentes.

«Eres una mujer moderna. No necesitas a un gilipollas a tu lado» me repito una y mil veces. Cada paso que doy me mentalizo un poco más de que estoy mejor sin él. No puedo sucumbir a nada.

—Estás preciosa —me halaga tan pronto me ve. Ruedo los ojos. Aprecio como intenta acercarse a mí, pero antes de que dé el último paso me escabullo de su agarre.

—Gracias —respondo sin más, apartándolo con la mano.

Ni me molesto en estar simpática, cuanto más mantenga las distancias con él, mejor.

—Gracias por aceptar verme hoy —dice—. Aunque preferiría que fuera en un sitio un poco más discreto.

Pues yo no. Clavo la vista en él, intentando que le lleguen mis malas vibras por onda expansiva, pero me decepciono al ver que no es así. En año y medio de relación no llegó ni a conocerme. Vaya.

Me abro paso entre la gente, decidida a hacerme con un sitio decente para pasar la noche. En el fondo la compañía me da exactamente lo mismo. Si acepté quedar con él fue, únicamente, porque soy gilipollas. Y porque quiero demostrarle al mundo que soy moderna, que nada me importa, y que no estoy jodida de que Cris tenga una cita con vete tú a saber quién.

¿Importarme a mí? Jamás.

Encuentro una mesa en una esquina y me tiro en el sofá de esa forma tan poco glamurosa, algo que me identifica bastante.

Joaquín ocupa un lugar a mi lado. Maldigo el momento en que me aparté hacia una esquina. Ruedo los ojos. Necesito una copa, pero a la que ya.

—¡Ex de Javi! —llamo al camarero buenorro, que en ese momento pasa delante de nosotros algo entretenido. Veo como se gira y, con una media sonrisa, se acerca a nosotros—. Perdona, no recuerdo tu nombre —me disculpo—. ¿Me pones un cóctel bien cargadito, y me lo cobras ya? El que quieras, sorpréndeme. A él ponle lo que te pida, y que te lo pague él. —Señalo hacia el lado derecho. El chico asiente con una sonrisa.

No importa que lluevaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora