22. ¿A dónde vas, tigresa?

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Tardo demasiado en reaccionar, siento que la sangre no me llega al cerebro con normalidad

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Tardo demasiado en reaccionar, siento que la sangre no me llega al cerebro con normalidad. Tal vez sea culpa del alcohol que me recorre las venas: me estoy comenzando a hacer adicta a estos malditos cócteles. Con lo feliz que era yo con mis cervezas y mis mojitos muy de cuando en vez. ¡A ver cómo me vuelvo yo a la vida sana con mi agüita y mis coca-colas! Olvídate.

Me separo, y con una sonrisa de disculpa comienzo a caminar hacia la mesa. No me fijo en nada ni nadie, solo necesito relajarme, centrar la cabeza y mis malitos nervios desbocados.

—¿A dónde vas, tigresa? —me pregunta Beka, con una sonrisa coqueta en los labios.

Miro hacia todos lados y, en menos de un segundo desaparezco de su vista. Me introduzco dentro del cuarto de baño.

Joder, ¿Qué acaba de pasar? Íñigo es mi amigo, ¿es que ahora soy una «come amigos»?

Dios, eso es terrible. Soy la peor persona del universo.

Abro el grifo y aparto el pelo hacia un lado. Me mojo la nuca para refrescarme un poco las ideas.

Abro el bolso y busco el móvil con rapidez. Observo que tengo varias notificaciones de WhatsApp, y las abro sin más.

Una es de Joaquín, la ignoro; cinco son mensajes del grupo; y uno es de mi hermana.

Busco la conversación de Cris y observo que desde que leyó mi mensaje, no se volvió a conectar. Necesito hablar con él tanto como respirar: por encima de todo es mi mejor amigo, y el único que podría comprenderme.

Comienzo a pasear la mano por la pantalla. Releo el mensaje diez veces «¿Puedes venir al baño de mujeres? Es urgente». Dios, parezco una puta desesperada. Salgo de la aplicación sin más antes de volver a fijar la vista en el reflejo. Doy miedo.

Después de recibir varias miradas cargadas de malas intenciones por parte de varias chicas, salgo del baño. Siempre me alucinó lo víboras que somos algunas mujeres. Tal vez por eso me siento más hombre.

Busco con la mirada la mesa que compartimos todos, y encuentro en ella tan solo a las dos chicas: Beka moviéndose al ritmo de Corazón de Maluma; mientras que Vanessa no quita ojo de su teléfono móvil.

Me acerco y me dejo caer entre ellas.

—¿Y Cris? —pregunto en voz alta. Ambas se giran hacia mí, recibo una mirada un tanto neutra de Vanessa, que me pone los pelos de punta: ¿es qué acaso dije algo indebido? Pero es Beka la que responde:

—Se fue hace un momento. —Me ofrece una copia exacta de mi cóctel anterior—. Íñigo te estuvo buscando. —Me guiña un ojo tras decir esto.

Dios, Beka: no, no es el momento.

—¿Por qué se fue? —pregunto, temerosa de la respuesta. Beka se encoge de hombros.

Lo último que pretendía, ahora nos sentimos incómodos juntos. ¡Joder!

No importa que lluevaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora