8. Hoy nada es más importante que yo

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Maldigo al sentir una fuerte luz, proveniente de mi teléfono móvil

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Maldigo al sentir una fuerte luz, proveniente de mi teléfono móvil.

Estiro el brazo y compruebo que se trata de una llamada. Gruño al apreciar quien es el remitente y cuelgo sin más. ¡Qué le den por saco, hombre!

Al parecer también me salen millones de notificaciones. Entro en las del facebook, y aprecio como casi todas son reacciones a las únicas dos fotos que compartí ayer: la de los cafés del Starbucks y una mía en la Sagrada Familia que me encanta.

Releo por encima los comentarios, pero solo los tres últimos captan toda mi atención: uno de Beka, diciéndome que estoy buenorra perdida con esa ropa, el cual me hace sonreír; el segundo de Natalia, una de mis compañeras de universidad, pidiéndome explicaciones de por qué no le dije que estoy en Barcelona; y el último de Joaquín. Joder, ¿es qué no me puede dejar tranquila?

Le doy a me gusta a todos los comentarios excepto al suyo, y salgo de la aplicación. Que pesao que es el tío.

Abro el WhatsApp y lo primero que hago es buscar a Natalia, y me dispongo a enviarle un mensaje:

«Tía, no sabía que vivías en Barcelona. ¡Te paseas medio mundo!»

Envío sin dudarlo. Sinceramente, si llego a saberlo, ayer mismo la habría avisado para que nos echara una mano con nuestro paseo. Un guía nunca viene mal. Sonrío al pensar en lo interesada que parezco.

«Llevo aquí solo seis meses. ¿Hasta cuándo estás?»

Le respondo que solo el fin de semana y rápidamente quedamos para la tarde. Estoy segura de que a Cris le caerá genial, es una chica muy de mi estilo, muy en mi onda... ¡Natalia es simplemente genial!

Al salir sin querer entro en la conversación de Joaquín. Maldigo interiormente, lo último que quería era que le saliera el maldito doble check azul. ¡Idiota!

Me sorprendo al darme cuenta de que son treinta y dos, ¿es qué está enfermo?

Pero me fijo solo en el último.

«¿Qué haces en Barcelona?»

A ver cómo te lo digo, nene. ¡Hago lo que me sale del potorro!

Pienso en no responderle pero finalmente lo hago, necesito que se entere de que estoy hasta las narices de él.

«Lo que me da la gana»

Respondo al fin, justo antes de salir de su conversación y bloquear el móvil. Paso de todo ya.

Salgo de mi habitación arrastrando los pies y llamo un par de veces a la de Cristian. No responde.

Sin más abro la puerta y me llama la atención la de luz que entra por la ventana y su cama perfectamente hecha. ¿Será que no durmió aquí? ¿Pero dónde si no?

No importa que lluevaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora