Una semana. Una larga y angustiosa semana había pasado desde que Valentina se había plantado en el hotel. Siete larguísimos días, con sus respectivas noches, en que no le había visto el pelo a Cris en ningún momento. Sabía que necesitaba su espacio para arreglar las cosas con su madre, y precisamente por eso no lo quise presionar.Regresó a Santiago para arreglar un tema legal del que prefirió no hablarme, y a pesar de que estuvimos en contacto vía Whatsapp, todo mi cuerpo me implora a voz de grito que necesito verlo. Necesito estar con él, abrazarlo y besarlo durante horas. Y eso solo me demuestra que estoy totalmente perdida por él.
Durante esta semana seguí con mi vida, por supuesto. Salí con las chicas de compras, al cine y de copas alguna que otra noche. Los únicos que no participaron activamente en todas nuestras actividades fueron Adrián y Vane. El caso de Adri no es extraño, ya que no es un secreto para nadie que prefiere estar metido dentro de cuatro paredes con una consola que tomando algo con sus amigos; pero el tema de Vane ya está comenzando a mosquearme.
Una larga semana sin hablarme. Si alguien comenta algo por el grupo, no responde. Directamente parece estar desaparecida en combate. Solo hizo acto de presencia para alguna cena de obligatoria presentación y poco más.
Por lo menos hasta el día de hoy. Tras responder que no se perdería ni de broma nuestro plan de cena y copas hasta la madrugada, se presentó en el sitio indicado tan mona como acostumbra, con la clase que la caracteriza y sin enseñar más de lo debido. Me cuesta creer que alguien como Vane pudiera llegar a comportarse de ese modo con Cris. No le pega nada.
—Los chicos son unos impuntuales —rumia Beka, moviendo el pie en el suelo con impaciencia. Mira hacia todos lados y suelta un pequeño bufido.
Yo el único motivo por el que deseo que lleguen es porque me estoy muriendo de hambre. Siento de nuevo ese dinosaurio interno rugir, ese que me pide que coma a la de ya si no quiero morir por desnutrición.
Mientras esperamos, más que nada por distraerme, saco el móvil del bolso y busco la conversación con Cris en el Whatsapp. Me desespero al ver que, a pesar de haber leído mi mensaje, no responde. Me muerdo el labio inferior con impotencia y juro mentalmente que cuando lo vea le pegaré un buen guantazo por idiota.
—¡Por fin! —chilla Beka. Devuelvo de nuevo el móvil a su sitio original y clavo la vista en los chicos. Me decepciono una vez más al ver que Cris no viene entre ellos, aunque tampoco me lo esperaba.
Decido respirar hondo. Sé que necesita tiempo y espacio, y aunque me muera por verlo tengo que dárselo.
Al entrar buscamos con rapidez una mesa que se ajuste a nuestras necesidades. Veo como Adri e Íñigo van a raptar alguna que otra silla por la pizzería, pero yo estoy demasiado ocupada disfrutando del aroma a queso fundido, y en eso me centro. Paseo la vista por la carta, y finalmente me decido por una tradicional con doble de queso. ¡Me encanta!
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No importa que llueva
ChickLit«Seamos amigos» recuerdo sus palabras a los cinco años y sí, en ese momento comenzó nuestra tonta relación infantil, que con los años solo se fue perfeccionando. Juntos para todo, inseparables. En eso nos terminamos convirtiendo. Por mucho que lo...