Me muero de hambre. Desde tiempos inmemorables todos mis amigos se rieron de mí por mi ansia por la comida, a pesar de que tras cuatro bocados estoy totalmente llena. Pero que en estos momentos siento un bicho enorme retorcerse en mi interior es un hecho. Y necesito callarlo a como dé lugar.
Tras una noche inmejorable, y un despertar un tanto extraño, Cris y yo decidimos bajar a desayunar aprovechando que, por las horas, ni de broma nos encontraríamos a ninguno de nuestros amigos. Demasiado temprano para afrontar una conversación al más puro estilo «te lo dije» por parte de Fanny, Beka, Oliver, Adrián y un largo etcétera; y al de «mira que eres puta» de Vane. Porque eso llegaría, y por desgracia tengo que ser consciente de ello.
A pesar de que no le dije nada a Cris, ya tengo un plan "b" en mi mente —por si falla eso de no encontrarlos y terminan apareciendo como por arte de magia—. No es el mejor plan de mi vida, pero servirá para salir del paso.
Me abalanzo con rapidez sobre la bollería ante la mirada atenta de Cris, quien sonríe sin parar. Estoy segura que cuando mi estómago deje de molestarme de esa forma volveré a disfrutar de su maldita sonrisa otra vez. Pero ahora eso pasó a un segundo plano. No puedo pensar ni sentir nada con el estómago vacío, así soy yo y así me tienen que querer los demás.
Tan pronto me quedo contenta con el contenido de mi bandeja, me aproximo a una de las mesas más apartadas —todo estratégicamente calculado, por supuesto— y me dejo caer en una silla de espaldas a la entrada. Si aparecen prefiero no verlos.
—Sabes que no te vas a comer todo eso —dice Cris, ocupando el espacio vacío frente a mí.
Lo desafío con la mirada y tuerzo los labios, depositando posteriormente la vista en la bandeja. Es todo tan apetecible que no sé ni por dónde empezar.
—No, no te estoy retando a que te lo comas, loca. —Ríe y niega—. Solo te digo que ni en cuatro vidas te comerías eso, exagerada.
Bufo disconforme, aunque realmente sé que tiene razón. Uno de mis mayores defectos es que como con la mirada. Cuando tengo hambre siento que puedo con todo, pero después me lleno con casi nada.
—Es para compensar lo poco que comes tú —alego, echándole la lengua y clavando la vista en su taza de café con leche acompañado de una tostada... ¡sin mantequilla ni nada! Más soso y no nace.
Yo me dispongo a untar las mías con mermelada con más bien poco cuidado. Escucho como se ríe antes de acercar la mano a la taza de café y comenzar a mover su interior con la cuchara. Desconecto por completo del mundo durante esos escasos segundos, y cuando regreso, dispuesta a hincarle el diente a mi tostada repleta de mermelada de fresa, aprecio como Cris está metido dentro de su teléfono móvil, con el ceño fruncido, tal como si pudiera salir extraterrestres por él de un momento a otro.
—¿Te mensajeas con la novia? —le pregunto con guasa, soltando una carcajada.
Se sobresalta al escucharme y eso hace que, por primera vez, me preocupe. Vuelvo a poner los pies en la tierra y clavo la vista en él. Hago simples respiraciones para relajarme hasta que abre la boca para hablar.
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No importa que llueva
ChickLit«Seamos amigos» recuerdo sus palabras a los cinco años y sí, en ese momento comenzó nuestra tonta relación infantil, que con los años solo se fue perfeccionando. Juntos para todo, inseparables. En eso nos terminamos convirtiendo. Por mucho que lo...