Tan pronto salimos del taxi nos encontramos con un Mercedes deslumbrante. Madre Santa, ¿quieren que me dé algo o qué?
Sonrío, y al momento siento los ojos de Cris sobre mí. Me conoce demasiado bien, sí. Sabe que babeo como loca cuando veo un coche del estilo, o más bien cualquier coche. Ya ni sé.
Nos sentamos en los asientos traseros y Berto nos explica que vamos a cenar en un restaurante que les encanta. Nati me cuenta que fue allí donde le pidió matrimonio y ya se pone en modo cotorra. Aprecio como Cris mira por la ventana, totalmente abstraído. Me preocupa que siga con un fuerte dolor de cabeza, pero pienso que tal vez sea mejor dejarlo tranquilo.
Por suerte parece que a Berto no le gusta tanto la música como a su futura esposa, ya que no se escucha ni el zumbar de una mosca. Bueno, sí, los cacaeros de Nati y su loca explicación sobre la pedida de mano del siglo. Para ser sincera esas cosas no me llaman en absoluto. No critico a la gente que se casa pero... lo veo tan absolutamente innecesario. Un simple papel no te asegura el amor eterno. Y sino que se lo digan a mis padres, y a tantísimas parejas que se rompen después de tantos años de un absurdo matrimonio.
En pocos minutos aprecio como Berto se mete en el interior de un parking y salimos hacia una plaza. Berto nos cuenta que estamos en Montjuïc y Nati se pone pesadísima con el hecho de que vayamos a disfrutar de la sesión de colores y música de la fuente. Según ella es conocida como «fuente mágica» y... ¡Ay, no puedo negarme! No por ella, sino porque a mí me pirran esas cosas. Creo que soy la turista perfecta.
Nos acercamos, seguidas de cerca por los chicos, que comienzan a hablar de fútbol. Nati hace un gesto de hastío que me hace mucha gracia, está claro que está cansada de que Berto le hable de ello. Bueno, por suerte Cris es igual así que seguro que se llevan bien, y si nos ponemos un poco tontos yo también —o tal vez incluso peor—, pero no voy a dejar a Nati sola, así que hoy me tocará aguantarme.
Nos acercamos a la fuente y me quedo alucinada con la de gente que hay alrededor. Supuestamente el espectáculo está a punto de empezar.
Los chicos aceleran el paso y veo como Berto abraza a mi amiga por la espalda: ¡pero qué monos son! Sonrío como una idiota romanticona. No lo puedo evitar.
Cuando la sesión comienza me doy cuenta de que este es el sitio perfecto para venir con pareja, no sola. Suspiro, y aprecio como mis amigos se hacen carantoñas, ¡que envidia! Miro hacia todos lados y me doy cuenta de que todo son parejitas amorosas, o familias con niños jugueteando. ¡Qué vergüenza! Si me dijera eso tal vez habría preferido ir a cenar directamente.
Pero en medio de mi divague mental, siento como alguien me rodea la cintura. Suelto un pequeño salto, pero cuando el aroma de Cris me perfora las fosas nasales sonrío.
—Gracias por venir conmigo a Barcelona —murmura. Sonrío.
—Gracias a ti por traerme —respondo en el mismo tono.
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No importa que llueva
ChickLit«Seamos amigos» recuerdo sus palabras a los cinco años y sí, en ese momento comenzó nuestra tonta relación infantil, que con los años solo se fue perfeccionando. Juntos para todo, inseparables. En eso nos terminamos convirtiendo. Por mucho que lo...