Que el hotel tenga sus propias tiendas es un puntazo. Lo único malo es que todo, absolutamente todo, se sale de mi presupuesto de mujer parada.Haciendo mucho esfuerzo me compro unos pantalones y una camisa que me vuelven loca. Pero se terminó por hoy, y posiblemente por todo el año. Si quiero comprar algo más tendrá que ser en algún mercadillo o algo parecido, porque mi tarjeta ya se está tambaleando. Cristian se empeña en comprarme un vestido playero azul de escote barco. ¡Me encanta ese escote! Se justifica diciendo que es mi regalo de cumpleaños atrasado, y me pide mil disculpas por haberse olvidado. Bah, tan solo hace dos semanas, y sé que estaba enfrascado en una relación de mierda con una zorrita idiota. Además con este vestido le perdonaría todos sus pecados.
Suspiro al apreciar como mi amigo se acerca a un hermoso vestido rojo y me lo muestra: me caigo muerta.
Siento que me salen corazoncitos por los ojos, al más puro estilo emoticono de Whatsapp, pero no puede ser. Tengo que ser consciente de que todo eso se sale de mi presupuesto pero veinte pueblos.
—Igual te crees que me tocó la lotería —expongo entre risas.
—Me acabo de enterar de que tenemos que asistir a una gala el domingo —me dice, como si eso lo justificara—. Necesito que me acompañes.
Asiento, lo haré, pero con mis pantalones blancos y mi camisa de ochenta pavos creo que es suficiente. No voy a gastarme ni un euro más.
—Venga, pruébatelo a ver qué tal. —Niego. Si me lo pruebo me lo llevo. Yo soy así.
Además es precioso, con un entallado divino, y una abertura en la espalda que le quitaría el hipo a cualquiera.
Bah, seguro que me queda mal. Lo agarro con brusquedad y me introduzco dentro de un probador.
Me observo durante unos minutos, apartando el pelo y poniendo morritos ante mi reflejo. ¿Pero qué me está pasando? Estoy enamorada perdida. Necesito comprar este vestido.
Miro la etiqueta y tiemblo. Dios, es más de lo que podría pagar en las próximas veinte reencarnaciones. Lo saco y me visto con rapidez.
Salgo e intentando aparentar normalidad se lo doy a Cris, negando con la cabeza.
—¿No te gusta cómo te queda? —Trago con dificultad. ¿Qué si me gusta? Lo amo con todo mi corazón.
Siento como una parte de mí se quiebra antes de soltar un pequeño «no». Cristian se ríe, el muy cínico se ríe antes de dárselo a una dependienta para que lo guarde, supongo.
Adiós, amor mío. Te voy a echar de menos.
Siento como se me pinta la lágrima incluso, que patética soy. Me giro y, cuando pienso dejarlo todo por perdido, otro vestido capta toda mi atención. Siento que me voy a desfallecer ahí mismo. Al ver mi gesto una dependienta se me acerca y me comenta que es una pieza exclusiva. Tiene un entalle precioso, y unos detalles en el escote que me dejan babeante total.
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No importa que llueva
ChickLit«Seamos amigos» recuerdo sus palabras a los cinco años y sí, en ese momento comenzó nuestra tonta relación infantil, que con los años solo se fue perfeccionando. Juntos para todo, inseparables. En eso nos terminamos convirtiendo. Por mucho que lo...