13. Andrea, te estás convirtiendo en tu abuela

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Me estremezco al sentir un brazo alrededor de mi cintura. Abro los ojos con cuidado, sin saber qué hago ni dónde estoy.

Me giro despacio y respiro con ansiedad, embaucándome con el aroma de Cris. Sonrío al darme cuenta, y una paz interior me inunda de repente.

Como puedo le aparto el brazo, intentando no despertarlo, y me escabullo de su agarre. No sé ni qué hora puede ser, pero me da igual. Me acerco a la ventana y sonrío al abrir un poco la cortina y darme cuenta del sol que cae sobre la ciudad. ¡Hace un día de vicio!

—Eh... Buenos días —titubea. Me giro para encontrármelo apoyado sobre su brazo derecho. Me disculpo con la mirada por haberlo despertado pero él rápidamente le quita importancia.

—Buenos días —le devuelvo el saludo.

Me hace gracia su cara de dormido, y sus pelos locos. Admito que es la primera vez que veo una estampa similar. Ahora que lo pienso: después de tantos años es la primera vez que duermo con él. Alucinante.

Noto su mirada sobre mí, y sé que tiene que estar pensando exactamente lo mismo que yo. Encima sin las planchas supongo que tendré pelos de loca. Suelto una pequeña risa al pensarlo. Lo mejor de dormir con tu mejor amigo es que no tienes que conquistarlo, ¡ya lo tienes conquistado! Te quiere por lo que eres, no por tus pelos o tus legañas de por la mañana.

Sin pensarlo bajo la mirada y algo capta mi atención. Por desgracia él se da cuenta y se revuelve incómodo.

—Esto... —Se disculpa con prisa. Me río ante su expresión. ¡Es tan mono siempre! A veces creo que piensa que sigo siendo la misma niña que lloraba por haber perdido a su muñeca favorita—. No es lo que tú crees.

Me río con ganas, aunque no lo exteriorizo. Es una especie de risa interna. Intento mantener la compostura, aunque me cuesta.

—Es una forma que tiene el cuerpo de darte los buenos días. —Asiento, intentando quitarle hierro al asunto que no sé por qué motivo tanto le incomoda. ¡Por favor! Somos adultos.

—Lo sé —respondo como si nada. Me alejo de la ventana y me tiro sobre la cama—. ¿Qué planes tenemos para hoy? —pregunto, cambiando de tema radicalmente.

Me lo agradece con una diminuta sonrisa, pero se encoge de hombros.

—Hacemos lo que tú quieras. Hoy tengo todo el día para ti.

—¿Pido algo de desayunar y nos vamos a patear Barcelona? —propongo. Asiente sin más.

Perfecto, planazo.

Me arrastro por la cama hasta el teléfono y pulso el número cero. Me podría hacer adicta a esto, lo juro.

Aprovechando que estoy ocupada Cris desaparece de mi campo de visión y se introduce dentro del cuarto de baño.

No importa que lluevaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora