Madre mía del amor hermoso, ¿pero qué hora es? Me giro hacia el lado opuesto de la cama.
Como nadie apague ese maldito aparato comenzarán a rodar cabezas. ¡Lo juro!
¡Aggg! ¿Quién puso el despertador para las...? Busco rápidamente mi teléfono móvil y... ¡Oh, Dios! ¿Seis de la mañana? Es de broma, ¿quién se levanta a las seis de la mañana? Yo desde luego que no.
—Arriba. —Escucho la voz de Cristian desde la puerta.
Oh, mierda. ¿Y si son las seis de la tarde? Busco rápidamente el móvil de nuevo pero no, pone claramente que no. ¡Por el amor de Dios! Meto la cabeza debajo de la almohada intentando desaparecer del mundo. Cierro los ojos con fuerza como si de ese modo me pudiera quedar dormida a la de «ya».
—Tenemos media hora. —Me apresura de nuevo abriendo la puerta de mi habitación, o de quién sea la habitación en la que estoy, que me da igual. Bufo—. Y tú también. — Escucho como dice desde la otra habitación.
¡Qué Pesaaaaao!
Me levanto arrastrando los pies. No sé qué mosca le picó, pero en el fondo tengo hambre así que... ¡Buenos días, mundo! Me estiro como puedo, y me meto dentro del cuarto de baño.
Madre mía, vaya pintas que tengo. ¿Realmente pude dormir algo? Mis ojeras responden a esa pregunta por mí. Pero sonrío al recordar la fiesta de anoche. Me da igual tener sueño, eso lo compensa.
—¿Se puede saber qué haces? —Pica en la puerta un par de veces—. ¡Arréglate!
¡Aggg! Que pesado es. A regañadientes me visto otra vez con el peto rosa de Valentina. Madre mía, apesta. Huele a una mezcla extraña de humo y alcohol. O tal vez feromonas o... Yo que sé, asqueroso. Paso, casi prefiero salir a la calle con la camiseta de Rei Zentolo que me había prestado mi querido amigo antes de dormir.
Abro la puerta de la habitación y me encuentro de lleno con Valentina, que me dedica una mueca que supongo simula ser una sonrisa. Me mira de arriba abajo a la vez que dibuja un gesto que no me gusta nada. ¡Por favor!, ¿es qué está loca? Me dispongo a dejarle claro que el hecho de que lleve una camiseta de su hermano solo significa que no tenía con que dormir, cuando un grito nos sorprende desde la cocina.
—¡Joder! —Valentina se lleva las manos a los oídos—. Está insoportable.
Bufa. De nuevo pone su vista sobre mí y tuerce los labios. Me hace un gesto con la cabeza, notificándome que espere, y regresa al segundo con algo entre las manos. Me lo ofrece.
—Ponte esto. No creo que le agrade ver que todavía no estás arreglada... y créeme que es mejor no llevarle la contraria cuando está así.
Asiento, lo conozco casi tan bien como ella, y tiene razón. Cristian es un gran chico, pero es mejor no sacarlo de sus casillas.
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No importa que llueva
ChickLit«Seamos amigos» recuerdo sus palabras a los cinco años y sí, en ese momento comenzó nuestra tonta relación infantil, que con los años solo se fue perfeccionando. Juntos para todo, inseparables. En eso nos terminamos convirtiendo. Por mucho que lo...