26. ¿Qué diablos nos está pasando?

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—Me siento como una idiota

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—Me siento como una idiota. Ya podías haberme avisado —protesto en voz baja, metiéndome dentro de la habitación de Cris.

Ni pido permiso, me da todo igual. Siento como me tiembla la vena del cuello a la vez que se me depositan dentro de mí unas ganas ingentes de llorar a moco tendido. Soy idiota perdida.

Cristian frunce el ceño e intenta controlar una carcajada. Decidido: lo odio.

—¿Para qué piensas que fui a tu casa esta tarde? —me pregunta cerrando la puerta tras él.

Pues, no sé, ¿para pedirme explicaciones de la noche anterior, tal vez? Jamás se me pasó por la cabeza que quisiera hablar conmigo de eso. No entiendo nada.

—Mi madre quería que te invitara a cenar hoy. Pensé que igual no querías por todo el lío este que tenemos entre nosotros, pero quise intentarlo. —Se encoge de hombros.

¿Qué lío ni qué lío? Pienso preguntar, pero finalmente resoplo y asumo las consecuencias del maldito beso.

Ojalá pudiera volver el tiempo atrás y hacer caso a su advertencia. «No es buena idea» me dijo, y yo me lo pasé por el forro. Idea penosa, la peor de toda mi vida seguramente. ¡Idiota!

—Pues no me dijiste nada —protesto en cambio, pasando olímpicamente de mis pensamientos.

Me siento súper patética. Me pasé toda la noche creyendo que había quedado con una chica, que resultó ser su madre.

—Necesito muchas explicaciones. Puedes empezar cuando quieras. —Me cruzo de brazos con gesto decidido. Estoy enfadada y ya ni recuerdo de por qué. Son demasiados motivos.

Bufa y se lleva una mano al cuello.

—¿Volviste con el friki, no? —pregunta, dejándose caer en la cama.

Me observa como si todo le diera exactamente igual, con un gesto impasible que me pone totalmente enferma.

—Eso es cosa mía —protesto—. Pero para tu información: no, no volví con él. Solo quise quedar  con él para que me dejara en paz, lo escuché y ya está. Hasta ahí. Pero te imaginarás mi sorpresa cuando me dijo que tú eres un buen tío. Como comprenderás necesito información, ya que el idiota de mi ex solo hablaba pestes de ti.

Se retuerce. Creo que puedo ver humo saliendo de su cabeza de tanto pensar. Duda un par de segundos, pero finalmente entreabre los labios.

—Lo fui a buscar cuando volvimos de Barcelona —comienza en voz baja. Como si temiera que alguien más pudiera escucharlnos—. Solo quería pegarle un guantazo y arrancarle un diente por cada una de las mentiras que te contó —expone como si fuera lo más normal del mundo—. Me explicó lo que pasó. No me creí una sola palabra pero le dejé todos los dientes porque como abogado sé que me podría meter en un buen lío.

No importa que lluevaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora