El rumor de las olas al partir contra las rocas me obliga a quedarme eclipsada durante unos minutos. Me encanta el mar, y hasta ahora no recordaba lo muchísimo que lo echaba de menos. Al igual que todo lo que me rodea ahora.
Soy feliz, mucho más feliz de lo que lo fui en los últimos años, y por fin me siento puramente yo. Sin necesidad de que nadie me diga lo que debo de hacer o cómo me debo de sentir.
Cierro los ojos, dejando que la paz me envuelva una vez más. Nunca debí irme de aquí. Me encanta esto.
Pero mi momento de paz se rompe por el pitido del Whatsapp. Lo detesto, por eso casi siempre lo tengo en silencio, pero por algún motivo parece ser que hoy decidí que era un buen día para que me lo jodiera.
Busco el móvil dentro del bolso a tientas, y no tardo en localizarlo.
«Ya tienes tu apartamento libre de rosas»
Sonrío al leer el mensaje de Beka. Cuando se enteraron del triste intento de pedida de mano del idiota de Joaquín, todos acudieron a mi rescate. Todos y cada uno, incluido Adrián. Lo primero que hicieron fue obligarme a pasar página, y no dudé en que la mejor opción era volver a casa con mi madre; lo segundo, limpiar mi apartamento para que no me quedara sin señal y devolvérselo limpito a su dueño; y lo tercero, seguir apoyándome aunque fuera en la distancia.
Los adoro a todos. A todos y a cada uno de ellos.
¿Acaso puedo tener unos amigos mejores? Me río de pura felicidad, ganándome la mirada de una pareja que pasea por la playa. Seguramente pensarán que estoy loca, pero me importa más bien poco. Soy feliz.
Me quedo en silencio, pensando en el único que todavía no se había comunicado conmigo en todo el fin de semana. Busco su conversación y siento un escalofrío al leer nuestros últimos mensajes. Me siento tentada a eliminar toda prueba de relación fallida entre nosotros, pero antes de hacerlo presiono los labios y me controlo.
Paso los dedos por la pantalla, decidida a hacer algo.
«Todo está bien entre nosotros, nene»
Le envío. No sé ni por qué, pero quiero romper ese maldito silencio en el que llevamos dos intensos días. No puedo olvidar que todo, absolutamente todo lo que hizo, fue por mí. Y además sé que es el primero en apoyarme en todo momento.
Aprecio como se conecta y el doble check azul me notifica que lo leyó. Espero impaciente con el móvil en la mano hasta que cambia su estado por última conexión. Siento como los nervios me comienzan a atacar y tiro el móvil dentro del bolso de malos modos.
—Deberías de cortarte el pelo —murmura Fanny, sentándose a mi lado.
Fanny es una de esas amigas que, sin saber cómo ni por qué, conservas con los años. La conocí en el colegio, y en una sola semana ya nos habíamos hecho inseparables. Después me fui a estudiar fuera, y nuestra relación se quedó un poco en el aire, siguiendo en contacto únicamente por simples mensajes de Whatsapp muy de vez en cuando.
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No importa que llueva
Chick-Lit«Seamos amigos» recuerdo sus palabras a los cinco años y sí, en ese momento comenzó nuestra tonta relación infantil, que con los años solo se fue perfeccionando. Juntos para todo, inseparables. En eso nos terminamos convirtiendo. Por mucho que lo...