Por fin llegaste

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Pasaron los meses faltantes y por fin llegó el día, el doctor nos había dicho que la niña si podía nacer en agua, no presentaba circular de cordón, mi presión arterial era idónea, mi constitución también, mi hija venía bien y fuerte. Así que se hizo. Preparamos la tina de mi antigua recamara, la esterilización, la llenaron y me pusieron ahí, ya que empecé con el doloroso trabajo de parto fui asistida.
- Resiste mi amor, resiste, toma mi mano cuando ya no puedas.- me decía Gabriel.
Yo no podía más. Me dolía mi cuerpo, sentí que se me abrían las caderas, la piel, la columna, que de un momento a otro me iba a partir en dos, y nadie podría hacer nada al respecto.
Mis lágrimas afloraron.
- Gabriel ya no puedo más!!!.- Dije con el corazón en la garganta. Me dolía hasta el demonio, no soportaba todo esto. Lloré hasta que ya no pude, cogida a las manos de Gabriel.
- Resiste Nathalie, resiste, tú puedes!!
- Ahhhhhhh!.- grité hasta que la garganta me dejó de responder.
Cuando ya no pude gritar, el médico me dijo que prácticamente, la niña ya estaba con medio cuerpo afuera. Que solo era preciso empujar un poco más para que saliera completa. Cuando me dijo eso, se me fue el alma a los pies. Ya no soportaba más. Era un dolor insoportable, inquisidor, ya no podía más, sentí que en ese momento mi corazón empezaba a fallar.
- Se está yendo, se está yendo. Inyectenle pitocina para acelerar el parto y ayudarla a dilatar un poco más.
La pusieron y entonces pude volver a empujar. Gabriel me sostenía y yo me desollaba por dentro, sentí que mis entrañas se desgarraban quedando en carne viva. Me dolió hasta lo imposible. Se debía a que mi cuerpo, era muy delgado y estrecho. Por eso la niña no podía acabar de descender. Pronto salió. Una hermosa niña rubia como el sol, con ojos azul grisáceo, un híbrido entre mis ojos azules y los grises de mi esposo. Una piel blanca y hermosa, los labios rosados, ahí estaba mi pequeño milagro. Por fin había nacido. La limpiaron, la vistieron y la llevaron a la cuna. A mí me terminaron de curar en la habitación, y ya que estuve, fui trasladada a la recámara, donde me llevaron a mi hija.
- Por fin llegó, Nathalie.
- Así es amor. Por fin. Es tan hermosa, gracias Gabriel.
- Yo hice muy poco. Todo lo demás lo hiciste tú sola, mi francesita.
- Imagina cuando tengamos a nuestros nietos.
- Serás una abuela muy joven. Por cierto, no hiciste una barriga del tamaño de una pelota de pilates. Me debes un viaje Nathalie.
- Vale vale. Pasando la cuarentena si? Te llevaré a donde me digas.
- Cualquier lugar, a tu lado, me parece París. Tú eres mi hogar Nathalie, y ahora tambien mi hija, las amo a las dos.
Me dio un beso en la frente y otro a mi hija.
Pronto llegaron los Dupain Cheng a vernos.
- Es una niña hermosa, Nathalie, tan hermosa como tu.- Dijo Sabine. Quien le había llevado a la niña unas exquisitas ropitas rosas.
- Vamos a repartir chocolates por todo París!!.- Exclamó Tom. Quien había realizado hermosas bolsitas con chocolates para todos nuestros conocidos.
- Puedo cargarla Nath?.- Preguntó Adrien.- Que hermosa eres hermanita. Dentro de muy poco tendrás sobrinos. Y jugare con los tres. Y los queremos mucho, verdad Marinette?
- Claro que sí. Para mí tú hermanita ya es mi cuñada aunque no esté enterada todavía. Y la llevaremos a pasear con nuestros hijos. Nosotros seremos felices como Nathalie y Gabriel.
Verlos hablar así me llenaba de ternura. Ya que se marcharon los Dupain Cheng, sonó el timbre. No esperábamos a nadie más. Eran mis padres.
- Hola hijita mía!!.- saludo mi padre. Venimos a verte porque supimos de la niña.
- Es hermosa hija. Igual a ti cuando tú naciste.- Dijo mi mamá.- Perdóname por todo Nathalie. Yo nunca supe ser madre para ti. Pero te quiero mucho mi amor. Y a mi nieta también.- dijo mi madre con una voz sincera.
Cargó a la niña un buen rato y luego se la dio a mi papá.
- Que nombre le van a poner?
En principio habíamos pensado en Gabrielle, pero decidimos otro.
- Se llamará Emillie.- dije. Después de todo, quería hacerle homenaje a la hermosa mujer que, sin saberlo, me dio a mi hijo mayor.
Gabriel y yo nos miramos, pues para nosotros ese nombre tenía mucho significado.
Pronto dormí a la niña, después de alimentarla, y la puse en su cunita.
- Ya puedes quitarme.- Dijo Duusu.
No lo hice. No después de cómo me asistió este día. Duusu ya era parte de mi. No era solo un Kwami.
Le di un beso en su pequeña cabeza azul y la puse en el cojín donde la dormía.
Por fin todo empezaba a materializarse como yo siempre soñé.

La muñeca de Gabriel (Finalizada De Momento)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora